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MIRADOR
Columna
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Las multas

El que sanciona debe buscar al culpable, al reincidente y al que no tiene propósito de enmienda

David Trueba
Departamento de multas de tráfico en el Ayuntamiento de Madrid
Departamento de multas de tráfico en el Ayuntamiento de MadridULY MARTIN

Si hoy es martes, en estos momentos a usted le están multando por algo. No existe nada más antidemocrático que la multa y, sin embargo, es el sistema de penalización favorito del poder. Es una perversión de la democracia que un repartidor que comete un descuido en su faena diaria por la ciudad reciba una multa de 300 euros y que la sanción sea idéntica para un adinerado que se salta por décima vez en el mes un semáforo. Si algo bueno trajo el carnet por puntos es que relacionaba las sanciones con el comportamiento del conductor a largo plazo y equilibraba el castigo con la trayectoria general. La falta de proporcionalidad convierte a la multa en un drama para ciertas personas o en un pellizco sin importancia para otras. Y, sin embargo, seguimos sin cuestionarnos el método porque somos perezosos.

Pero la multa se extiende a otros ámbitos del sistema de relaciones y conviene estudiar nuestra muy distinta actitud para darnos cuenta de la injusticia que contiene dentro. Todos estábamos deseando que las autoridades deportivas castigaran a Rusia con la expulsión de sus atletas de los próximos Juegos Olímpicos. La idea de que usaran las oficinas estatales para falsear los análisis y pervertir el deporte se nos hacía insoportable. Sin embargo, el que haya uno solo de los deportistas rusos que se vea sancionado sin haber participado en ese engendro populista y tramposo que gestionan sus autoridades, no nos lleva a pensar que la medida sea injusta. Podría ofrecérseles al menos un paraguas independiente desde el que competir sin estar obligados a representar a su país si su país es corrupto.

La otra multa de actualidad es la que la Unión Europea tiene que aplicarle a España por incumplir sus medidas económicas. Es injusto que a un país como el nuestro, que ha hecho sacrificios terribles para ajustar sus cuentas, se le castigue. No nos sentimos los ciudadanos responsables de la incapacidad de nuestros políticos, aunque los elegimos y reelegimos. La multa nos parece mal porque nos afecta de manera directa, pero también habría que recordar que las cuentas se han incumplido para poder ofertar medidas populistas que garantizaran el voto de los españoles en las elecciones repetidas. Si nos miráramos desde otro país pensaríamos a lo mejor que sin multas nunca habrá aprecio por las leyes y que sale gratis incumplir. Es en la mirada ecuánime en la que reside la verdad. La multa, cuando no tiene proporción ni sentido, deja heridos inocentes, el que sanciona debe buscar al culpable, al reincidente y al que no tiene propósito de enmienda.

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