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Genética

Los otros responsables de la mayor revolución de la Historia

La agricultura se descubrió al menos dos veces, una de ellas por un grupo de humanos desconocido hasta ahora que vivía en el actual Irán

Nuño Domínguez
Restos de un cazador y recolector en La Braña (León)
Restos de un cazador y recolector en La Braña (León)Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC)

Hasta ahora se asumía que los inventores de la agricultura y la ganadería fueron un único grupo humano que probablemente vivía en el oeste de Oriente Próximo, en Israel, Palestina, Jordania, Turquía… Desde allí exportaron a Europa y el resto del mundo una nueva forma de vida. Los humanos se hicieron sedentarios, formaron grupos cada vez más grandes y por primera vez pudieron crear ciudades, estados, países y así hasta las sociedades actuales con todas sus luces y sus sombras.

Esta historia oficial de cómo estalló la revolución Neolítica se tambalea ahora ante cuatro cadáveres de hace 10.000 años, la fecha aproximada en la que vivieron los primeros agricultores. Los restos corresponden a dos hombres y dos mujeres de los montes Zagros de Irán. La composición de sus huesos muestra que ya tenían una dieta basada en cereales y con bastante menos carne que los cazadores y recolectores.

Un equipo internacional de científicos ha analizado el genoma de esos cuatro individuos y propone que son los otros inventores de la agricultura, un grupo humano del que no se tenía constancia hasta el momento y que, de forma más o menos independiente y en la misma época, comenzaron a plantar vegetales y domesticar animales en el llamado Creciente Fértil.

“Esta gente colaboraba en la misma idea desde un ángulo diferente y llegaron al mismo resultado con un grupo diferente de plantas y animales”, explica a Materia Joachim Burger, especialista en paleogenética de la Universidad Johannes Gutenberg en Mainz, Alemania, y principal autor del análisis del ADN, que se publica hoy en Science. “Ellos fueron los primeros en domesticar la cabra, mientras que el otro grupo de agricultores que ya se conocía en el Levante hicieron lo propio con el cerdo y las ovejas, por ejemplo”, explica el experto. Lo mismo sucedió con las variantes vegetales en uno y en otro lugar, resalta.

Mientras los agricultores a orillas del Mediterráneo llevaron su modo de vida a Europa, este otro grupo hizo lo propio hacia el sur de Asia, según muestra su genoma. Fruto de su migración, parte de su perfil genético está todavía presente en habitantes actuales de Afganistán, Pakistán, India e Irán.

Estos dos linajes de agricultores, que vivían en lugares separados por unos pocos cientos de kilómetros, se separaron hace unos 50.000 años, según muestra ahora su ADN. “Tenían un idioma diferente, un aspecto diferente… probablemente unos sabían de la existencia de los otros pero no intercambiaban mujeres, pues la diferencia genética entre ellos es muchísimo mayor que la de cualquier par de personas actuales”, resalta Burger. Su estudio corrobora y amplía otro recientemente publicado en el repositorio BioArxiv y que analizó el genoma de 44 agricultores de Oriente Medio que vivieron entre hace 12.000 años y 1.400 años.

Burger reconoce que es imposible conocer los motivos que llevaron a estas gentes a adoptar el modo de vida que hizo posible la civilización. Lo que sí sabemos ahora, resalta, “es que no se trataba de un solo grupo de humanos listos, sino que hubo dos grupos y tal vez más”. Lo sorprendente de todo esto es “que tuvieran éxito”, añade, pues probablemente “no sabían cuál sería el resultado de sus primeros intentos de plantar cereales o intentar domesticar animales”.

Los agricultores eran superiores a los cazadores nómadas en un aspecto: “Una mujer agricultora de una población sedentaria paría cuatro veces más niños que una cazadora-recolectora”, explica el científico. Otro gran enigma es que para arrancar una sociedad de este tipo hace falta crear jerarquías, opina Burger, pero, de momento, “no hemos encontrado apenas signos de que estas existiesen”.

Para Carles Lalueza-Fox, genetista del CSIC, el nuevo escenario que presentan estos estudios “tiene más lógica que el anterior”. “El Creciente Fértil funcionó en esta época como un refugio al que acudieron las poblaciones humanas que llegaron desplazados por el frío y el avance del hielo desde el norte durante la última glaciación”, detalla. “Eran el lugar adecuado y el momento adecuado” para la invención de la agricultura y la ganadería, resalta.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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