_
_
_
_
_
Fieras divinas
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pintalabios corrido

Una violación en el 'bois' de Boulogne de París, un infarto súbito en los 'bridges' de Edimburgo o un crimen político en la plaza Tiananmen. Esto es 'Punk'

La cantante Nina Hagen, en los años setenta.
La cantante Nina Hagen, en los años setenta.getty images

Disparar fotos a tu novio haciéndose el muerto produce un extraño placer adulto. Desordenar el entorno, eludir a la policía secreta y a la buena gente, arrancarle el zapato, ensuciarle la ropa para que parezca un asesinato en un solar olvidado del muro de Berlín, una violación en el Bois de Boulogne de París, un infarto súbito en los bridges de Edimburgo o un crimen político en la plaza Tiananmen. Esto es Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo (MACBA, versión ampliada, hasta el 22 setiembre). Una exposición necesaria, un ejercicio de comunicación de cultura de resistencia. ¿Qué hay de nuevo? Jóvenes, a Johnny Rotten les remito: “¿Nunca os habéis sentido estafados?” (último concierto de los Sex Pistols, 1978). Crisis sistémica, moda por los recortes, antidiseño social, negación de la realidad, (auto)destrucción anárquica, alienación, feísmo capilar, extravío en el supermercado, desastrillos okupas, Gran Ganga en Panamá y terrorismo internacional.

Terminaban los setenta. Makoki se fugaba del frenopático con los cables del electrochoque puestos, el Comandante Loperena y el Buitre Buitaker oteaban desde una torre de control torcida mientras Anarcoma, reina de la noche, iba a la suya. My way: punk Marie Claire, sin crestas ni imperdibles perforándome las mejillas, lejos de la heroína y del pogo violento de mis primos, fornidos waterpolistas, practicaban en los conciertos. Me hubiera roto la crisma sin redimir mi rabia adolescente. Yo era fan de los Clash; eran menos nihilistas que los Sex Pistols. La coherencia Pistols era la anarquía, el suicidio, el asesinato y la sobredosis: no future. La de los Clash, la revolución, la llamada, el rock y el compromiso: Sandinista. Fracaso. Tentación Talking Heads: confesarme psicótica perdida, creer que en el cielo no pasa nada y quemar la casa.

¿Y ahora? Hay quien sigue disparando. Hay quien parasita la escena del crimen esperando a los forenses, como los espectadores de las series policíacas. Hay quien se muda a otro silencio inadaptado para escucharse únicamente a sí mismo, omitiendo. Hay quien esconde su esperanza para huir del aullido interminable. Quien mantiene su armario vital intacto: negros, actitud y cadenas, cuerpo herido, espíritu crítico, rupturas, deseo, sexualidad y búsqueda. Huellas indomables de una furia estilosa. Un cable vivo toma tierra. Yo riego las flores hippies en mi jardín escondido. Todavía quiero ir a África, como Nina Hagen, posar mis pies descalzos sobre la Tierra y dar gracias. Por todo. Por nada. Gorgorito salvaje. Por la revolución de la revolución. Contra el hambre y la ablación…

¡Cucú! ¡Iros a paseo hermanos! ¡Qué poco habéis ayudado!

@patriciasoley

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_