Compañeros de viaje

Me alegra el Brexit. Mucho. Eso sí, tengo un problema de base con la soberana decisión que han tomado los británicos. Me fastidia sobremanera estar en el mismo barco que dos mamarrachos como Nigel Farage y Boris Johnson. A veces, te encuentras en el bando que crees correcto pero miras alrededor y los que te secundan son una panda de patanes. Estás con Tyrion Lannister, y va y se alinea con Khaleesi, esa suerte de Donald Trump con animalitos. Estás con Jon Snow, y va Sansa Stark —chunga a pesar de pelirroja— y se le adosa. Estás con el derecho a decidir, llegas a Barcelona, miras TV3 y te haces de Vox. Estás con la unidad indisoluble de España y pones la tele, conectas con La Noche en 24 horas, escuchas las opiniones del tipo que se llama Chani —no sabes si es un suplemente del Getafe o el cajero del súper, pero jamás dirías que es un periodista, y eso antes incluso de que abra la boca— o a Fernando Jáuregui y te vas a la cama pidiendo la independencia para Badajoz. Por eso es mucho mejor evitar tomar partido por nada. De cualquier modo, peor que eso son los de la tercera facción. Los que no ven Juego de tronos porque lo ve todo el mundo. Los que defienden España porque la idea de que algo sea distinto les parece inconcebible. Los que apuestan por la independencia porque alguien les ha dicho que haciéndolo parecen más listos. Los que se llaman Chani. Los que creen que Cameron se equivocó convocando un referéndum, porque hay que ser muy idiota para convocar una consulta que igual pierdes. Los demócratas.