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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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El silencio del ex dictador

Por Jesús García-Luengos, Abogado y miembro del Grupo de Estudios Africanos (GEA) de la Universidad Autónoma de Madrid

Hissène Habré al comienzo de su juicio en Dakar./ AFP

Hissène Habré acaba de ser condenado en Dakar (Senegal) a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad, entre otros cargos. Miles de víctimas y sus familiares en Chad siguieron las audiencias del juicio por la televisión, mientras se indignaban ante el silencio del ex dictador hierático, enfundado en un turbante blanco y con los ojos ocultos tras unas gafas de sol. Ese silencio no ha impedido que, finalmente -16 años después de la primera querella judicial -, Habré responda por las incontables exacciones y atrocidades cometidas por él y sus esbirros entre 1982 y 1990. La estimación supera las 40.000 víctimas mortales, además de 80.000 huérfanos y 200.000 personas damnificadas.

La trascendencia del proceso histórico contra Habrè y su significación contienen múiltiples enseñanzas y dimensiones, que deberían ser objeto de estudio en ámbitos diversos, incluidas las escuelas y universiaddes. Por primera vez ha sido juzgado un ex dirigente africano en suelo africano y por un tribunal africano, a instancias de la propia Unión Africana, y a través de la creación de cuatro Cámaras Africanas Extraordinarias en 2006. Igualmente, para que la sentencia condenatoria tenga el impacto debido se precisan toda una serie de iniciativas políticas y por parte de la sociedad civil africana e internacional, en concordancia con los esfuerzos realizados hasta la fecha en torno a dicho proceso.

La voluntad de permanecer en silencio de Habré (no es el primer mandatario que lo hace ante un tribunal penal internacional) y la amnesia intencionada que ello conlleva, son una metáfora potente sobre el pasado, y contrasta con la necesidad de ampliar a partir de ahora la voz y la memoria sobre diversas cuestiones clave.

En primer lugar, las víctimas corren el riesgo, una vez más, de quedarse en segundo plano. Más de 4.000 víctimas directas y familiares estuvieron personadas en el procedimiento de Dakar como parte civil a través del equipo de abogados dirigido por Jacqueline Moudeina, presidenta de la Asociación Chadiana para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos (ACPDH), y otros varios miles están todavía pendientes de identificación. La gran mayoría vive en condiciones de total precariedad y tienen derecho a una compensación económica. La sentencia de Dakar establece el embargo de los bienes de Habrè, quien vació la tesorería de su país antes de exiliarse en Senegal en 1990. Otra sentencia recaída hace unos meses en Yamena (la capital de Chad) contra 21 ex agentes de la policía política (la Dirección de la Documentación y la Seguridad), a cargo de las desapariciones, asesinatos y torturas, reconoce igualmente el derecho de las víctimas a ser indemnizadas.

Dichas víctimas, junto con el resto de la población de Chad, viven actualmente bajo un régimen en el que sistemáticamente se violan derechos humanos fundamentales, liderado por el presidente Idriss Deby, jefe de Estado Mayor durante el gobierno de Habrè. El ejercicio de justicia transicional que organizaciones como la ACPDH y las asociaciones de víctimas en dicho país intentan realizar (con el apoyo de la Unión Europea, junto con varios países europeos) es clave en el momento actual, pero debe ser vinculado con la aplicación de las recomendaciones sobre memoria histórica y reparación de las víctimas de la Comisión Nacional de Investigación, que en 1992 indagó sobre los crímenes cometidos, y con la reforma de un sistema de poder absolutamente represor.

De forma recurrente, Chad figura entre los países más pobres del mundo, en el puesto 185 de un total de 188, según el Índice de Desarrollo Humano del PNUD de 2015, y sus riquezas (petróleo y diversos minerales) han sido objeto de expolio continuado por parte de las elites locales, en alianza con las multinacionales extranjeras del sector extractivo.

Los principales aliados incondicionales de Habrè, con el fin de hacer frente al régimen libio del coronel Gadafi, fueron Francia y Estados Unidos. A raíz del juicio y condena del primero, la amnesia y el silencio interesado de altos responsables franceses (diplomáticos, militares, políticos) de aquella época son reveladores. Human Righst Watch - que ha desempeñado un papel fundamental en todo el proceso de Habrè - está elaborando sendos informes sobre el papel de ambas potencias occidentales durante la etapa de terror liderada por Habré.

Tras conocer la sentencia, el ex dictador rompió su silencio de varios meses para denunciar aparentemente el neocolonialismo, gritando "Viva África, abajo la Françafrique", en alusión a la red de patronazgo e intereses tejida por la ex potencia colonial con diversos países de la región, con impactos devastadores sobre las poblaciones locales y que persiste a día de hoy pese a las promesas de desarticulación realizadas en diversas ocasiones desde el Elíseo.

Los esfuerzos deben igualmente estar dirigidos a que la condena de Habré (denominado el "Pinochet africano") no se sumerja después de un tiempo en el silencio; limitándose a ser un mero acontecimiento histórico en la justicia penal internacional, al calor del clima generado (entre otros factores) por la orden de detención internacional del juez Garzón contra el ex presidente chileno; y sustentada en el principio tantas veces obstaculizado, por Estados de todo tipo, de la jurisdicción universal.

Existe una presión en el seno de la propia Unión Africana (cuyo presidente de turno es el actual mandatario de Chad) por parte de numerosos dirigentes para una retirada de los Estados africanos de la Corte Penal Internacional, acusada de neocolonialismo; y cuya decisión de poner en exclusiva el foco en África Subsahariana es, por otra parte y cuando menos, discutible.

Por último, todas las cuestiones anteriores necesitarán un mayor apoyo y cobertura de los medios de comunicación. Aunque resulta evidente que en un mundo globalizado y cada vez más interdependiente la justicia penal internacional es un asunto de interés público primordial, no suele recibir la atención debida.

Una de las audiencias con mayor carga emocional fue la que tuvo como protagonista a Khadiya Hassan Zidane, víctima de repetidas violaciones por parte de Habrè (quien ha sido también condenado por ello). La presencia de esa mujer ante el tribunal, su voz clara y valiente frente al silencio del ex dictador, constituye todo un símbolo. Tuve la ocasión de ver su declaración durante el juicio televisado en una sala de la ACPDH en Yamena, y es algo que no se olvida.

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