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¿Qué pasaría si Gandhi fuera a clases de yoga? El disparate

El tronchante vídeo que reivindica la austeridad frente al 'postureo' que rodea a esta disciplina en Occidente

El yoga se ha acomodado en nuestras vidas cotidianas en los últimos años. El primer estudio sobre esta disciplina en España, realizado por la web especializada Aomm, desvela que un 28,9% de la población lo practica o ha practicado alguna vez. Reducir el estrés o la ansiedad, perder peso o mejorar la salud cardiovascular son algunos de los beneficios que atraen cada vez a más personas a las redes de cualquier modalidad de esta técnica milenaria. La popularidad está más que justificada: los beneficios físicos y mentales son evidentes y, según la web, más del 90% afirman sentirse mejor desde que empezaron este ejercicio.

Lógicamente, de manera paralela, esta actividad se ha convertido en una idea bastante lucrativa. No solo las clases, sino el negocio de productos que se vinculan a ella como ropa específica o instrumentos, engrasan las juntas de una industria redonda. Sin embargo, Juan Almirall, secretario de la Federación Española de Yoga Profesional (FEYP), está convencido de que la práctica del yoga "no necesita ninguna parafernalia. En India se practica con un pantaloncito y una alfombra. Últimamente se ha sofisticado más y existe un merchandising bastante forzado. Hay algunas modalidades que necesitan material: pelotas, bloques o cinturones, pero los centros los proporcionan, en ningún caso los tiene que llevar el alumno".

Para protestar contra esta imposición estética y económica que acompaña a la mayoría de las modas, la web satírica College Humor ha creado el vídeo que se encuentra sobre estas líneas. En él, parodian una clase de yoga en un gimnasio actual muy poco hindú en el que participa el líder político y espiritual Gandhi. Evidentemente, tanto su indumentaria como su manera de entender la actividad desentonan con la tónica del centro. En la pieza, la instructora occidental mira con condescendencia al hindú por su aspecto y le pregunta: "¿La próxima vez mejor usar una vestimenta adecuada? ¿Tal vez un top de licra?", a lo que, incomprendido, él responde irritado: "Este es un dhoti tradicional de la India". La indignación de Gandhi crece con cada uno de los elementos de la clase: música de Coldplay, que le pidan silencio cuando recita sus mantras (mientras dentro del aula alguien vende bebidas isotónicas), velas industriales que iluminan la sesión, que ninguno de los presentes conozca al dios Krisnha, cuya imagen preside la clase, o que utilicen terminología de forma arbitraria como la palabra chacras o frases en hindi ante las que él, enfadado y abandonando la clase espeta: "¡No sabéis lo que significa!".

"El practicante de yoga sabe en qué consiste y los profesores advierten a los alumnos de que no hace falta más que estar cómodo y una alfombra o esterilla. El autónomo, normalmente, es alguien con un nivel avanzado, por lo que este tipo de negocios tampoco les afecta", asegura Almirall. El yoga es una disciplina "que atrae precisamente por su simpleza. Otros deportes como el esquí necesitan indumentaria, materiales, pero este no necesita nada", continúa el secretario de FEYP.

El experto, que reitera que la frivolidad o las ambiciones económicas no afectan al ejercicio de esta técnica ancestral, explica, sin embargo, que hay ciertas actividades que la gente inexperta puede relacionar con el yoga, pero que no tienen nada que ver: "Quizá lo que se llama medicina ayurvédica, que intenta vincularse con esta disciplina y vende muchos productos no regulados, puede conseguir que la gente se confunda. Pero si a alguien le intentan sacar dinero con esta práctica es que está muy despistado", concluye.

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