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Bebés en el Parlamento, ¿simbolismo o necesidad?

Antes que Bescansa, varias eurodiputadas han acudido a la Eurocámara con sus hijos para visibilizar los problemas de conciliación. A los hombres no se lo permiten

Lucía Abellán
La diputada Anneliese Dodds, de Reino Unido, carga a su bebe mientras vota en la sesión del Parlamento Europeo en Estrasburgo (Francia, 14 de abril de 2016)
La diputada Anneliese Dodds, de Reino Unido, carga a su bebe mientras vota en la sesión del Parlamento Europeo en Estrasburgo (Francia, 14 de abril de 2016)reuters

Hay sesiones del Parlamento Europeo en las que, de un plumazo, la edad media de sus asistentes cae en picado. La última vez ocurrió a principios de abril, en Estrasburgo. La pequeña Isabella acompañaba fugazmente a su madre, la eurodiputada laborista Anneliese Dodds, a uno de esos plenos en los que se empieza bien temprano hablando de refugiados y se acaba entrada la noche debatiendo sobre cómo eliminar el roaming. Antes que la británica Dodds, otras madres parlamentarias mostraron al mundo cómo votar con una mano y sostener al bebé con la otra. Y algún eurodiputado ha intentado, sin éxito, proyectar una imagen similar.

El gesto de Dodds encierra una parte de necesidad y otra de simbolismo. La primera deriva de la lactancia. Si decides amamantar a tu hijo, como hace esta británica, es poco probable que su demanda se adapte al horario de la Eurocámara o al turno de las intervenciones plenarias. Pero tan importante como alimentar al bebé resulta dar visibilidad al fenómeno: que los buenos profesionales crecen, se reproducen y no deberían verse forzados –sobre todo forzadas- a elegir entre proseguir su carrera y asumir una crianza responsable.

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“Afortunadamente este trabajo me permite, al contrario que a la mayoría de los padres, controlar mis horarios. Y me siento bastante afortunada de pertenecer al grupo socialdemócrata, donde la gente tiene voluntad de combinar trabajo y vida. No estoy segura de que ocurra en otros grupos”, explica por teléfono la eurodiputada Dodds, que ahora trabaja principalmente desde su país. Solo se desplaza a las sesiones parlamentarias de Estrasburgo, la sede francesa de la Eurocámara, para estar al corriente de los debates y poder votar.

Son varias las parlamentarias que han llevado a sus bebés a las sesiones. En la imagen, la italiana Licia Ronzulli y su pequeña Vittoria, a la que hemos visto crecer en la Cámara.
Son varias las parlamentarias que han llevado a sus bebés a las sesiones. En la imagen, la italiana Licia Ronzulli y su pequeña Vittoria, a la que hemos visto crecer en la Cámara.reuters

Las prácticas de conciliación de esta eurodiputada no acaban ahí. Un rápido repaso por su cuenta de Twitter ilustra sobre diversos actos de campaña en los que Dodds aparece acompañada de su bebé y en ocasiones también de su hijo de dos años. Incluso ha logrado reunir en la misma fotografía a uno de los principales rostros de la ortodoxia en Europa -el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, también socialdemócrata- y a su bebé, que aparece de espaldas.

El intento de aproximar la crianza al hemiciclo no es, pese a todo, exclusivo de políticos progresistas. La danesa que inauguró esta práctica en 2009, Hanne Dahl, pertenecía a un partido euroescéptico, ya extinto. Y Licia Ronzulli, la italiana que popularizó el gesto a partir de 2010, procede de Forza Italia, el partido de Silvio Berlusconi. Durante años, Ronzulli llevó periódicamente a su hija Vittoria a la Eurocámara para reivindicar los derechos de conciliación entre vida laboral y familiar.

En España el fenómeno era desconocido hasta que Carolina Bescansa, una de las principales responsables de Podemos, inauguró la corta legislatura pasada acudiendo al escaño con su bebé. Al igual que Bescansa en Madrid, los eurodiputados tienen a su disposición en Bruselas una buena guardería de la institución, a escasos metros de las dependencias donde trabajan. También en Estrasburgo, la ciudad francesa donde se desplazan una vez al mes para celebrar la mayoría de los plenos, existe un servicio de custodia de los menores. Pero el arrojo de las parlamentarias va más allá de sus necesidades inmediatas. El objetivo último es concienciar a la sociedad de que compatibilizar carrera y maternidad no es sencillo, especialmente cuando la mujer se dedica a labores más precarias que la política.

Lograda la visibilidad de ese conflicto, el Parlamento Europeo tiene, como el resto de la sociedad, otro reto pendiente. Se trata de la implicación del padre en la crianza, que no se percibe tan difícil de conciliar con el trabajo como la de la madre. Movido por este reto, el eurodiputado Jordi Sebastià, de Compromís, trató de hacer lo mismo hace casi un año: acceder al hemiciclo con su bebé, que entonces tenía ocho meses. El resultado fue muy diferente.

“Las bedeles me dijeron, muy amablemente, que no podía entrar, que había cambiado el reglamento y que ya no era posible”, explica Sebastià, integrado en el grupo parlamentario de Los Verdes. Este parlamentario, uno de los pocos hombres que integra la Comisión de Igualdad de Género de la Eurocámara y muy concienciado sobre la responsabilidad paterna, admite que no tenía necesidad de llevar a su hija al Parlamento –su pareja estaba en el recinto y podía hacerse cargo de la niña-, pero que le parecía importante trasladar el mensaje. “Es muy importante que los padres se involucren en la vida de sus hijos. Hay momentos especiales y mágicos que, si no estás, te pierdes para siempre”, abunda.

Contrariado por esa prohibición, Sebastià escribió una carta de protesta al presidente de la Eurocámara, Martin Schulz. A la segunda insistencia, Schulz contestó. Y argumentó que todos los trabajadores del Parlamento tienen a su disposición una guardería para cuidar de sus hijos mientras ellos trabajan. Pero poco después vio que una eurodiputada había accedido de nuevo al hemiciclo con su bebé, al que amamantaba. “Es una discriminación un poco tonta”, zanja Sebastià, que también utiliza ese servicio de guardería para su pequeña.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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