Frugales y pactistas
La política suele ir con retraso en el ahorro de costes inútiles o prescindibles
Incluso en La Garriga, donde vivo, las empresas del gas, el agua y la electricidad se ponen de acuerdo para cavar una única zanja donde meter los tubos de distribución de las tres suministradoras.
En Europa, donde vivimos, telecos y otras compañías comparten redes básicas, y públicos y privados se conciertan para promover escuelas, hospitales o autopistas.
La frugalidad y una cierta complicidad básica —evitemos el gastado palabro “sinergia”— conllevan así dilapidar menos, evitar caos, crecer en competitividad.
La política suele ir con retraso en frugalidad, ese ahorro de costes inútiles o prescindibles, corrientes o burocráticos, a no confundir con la austeridad excesiva que castiga la inversión y los servicios sociales. Porque va detrás, cuesta tanto que los partidos acuerden algo tan nimio como meter todas las papeletas en un único sobre: ese ahorro de decenas de millones.
Pero al menos la frugalidad se ha colado en el inicio de esta segunda campaña. También la conveniencia, necesidad y virtud del pactismo. Aunque lo haga por la puerta trasera. El pacto es un contrato como los que vienen del Derecho romano: plasma la voluntad y autonomía de las partes, respeta al otro, busca coincidencias y lima aristas.
Algunos de los que aún no han demostrado que sepan pactar lo confunden con el contrato de adhesión. Este implica cláusulas preestablecidas e inamovibles (líneas rojas), preeminencia de la posición propia (atribución previa de cargos), con desprecio a la autonomía de la voluntad ajena (y a la exploración de coincidencias programáticas): imposición.
Otros machacan a quienes pactaron, también con ellos (pero solo en municipios y autonomías como las de Madrid o Castilla-León), imputándoles que se echaron en brazos enemigos, como si el modo acusatorio inquisitorial fuese hoy útil.
La sociedad va también por delante en pactos. Mientras el Gobierno aplazó la reforma debida de la financiación autonómica por imposibilidad de suscitar complicidades, una cohorte de expertos y académicos de distinta filiación aireaba esta semana en el Círculo de Economía sus comunes Conclusiones de S’Agaró sobre el asunto. Se trata de un diagnóstico coincidente, indispensable para alumbrar luego recetas compartidas. Sigan.