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¿Es malo el ‘fracking’?

El autor explica que durante la última década se ha producido una evolución y mejora en todas las fases y aspectos implicados en esta técnica, pero cree que el riesgo cero "no existe"

El 'fracking' comenzó a usarse en EE UU durante los años 40.Vídeo: EL PAÍS

El proceso denominado de forma generalista fracking es complejo y, como tal, hace que la pregunta del título no deba contestarse de forma sencilla, y mucho menos tajante. ¿Es malo volar, considerando que hay accidentes con víctimas, aunque en un porcentaje reducido? ¿Son malos los medicamentos teniendo en cuenta que sus efectos secundarios pueden ser en ocasiones perjudiciales? Y, como éstas, numerosas preguntas no pueden contestarse de forma sencilla y tajante.

El fracking agrupa las actividades de extracción de hidrocarburos que se encuentran contenidos en la propia roca madre que, por la muy reducida o casi nula permeabilidad que tiene ésta, no han migrado a la roca almacén y, consecuentemente, no se pueden extraer mediante técnicas convencionales sino a partir de la fracturación hidráulica a alta presión (estimulación hidráulica) desarrollada en una perforación previamente realizada.

La propia técnica de perforación en sí requiere intervenir en el subsuelo y, consecuentemente, alterarlo puntualmente. El hecho de realizar sondeos de captación de agua subterránea, de aguas minerales, de geotermia, de geotecnia y sondeos para aprovechamiento de recursos energéticos nunca ha hecho preguntarse si es malo perforarlos.

Hay, no obstante, diferencias entre estos sondeos. En los realizados para desarrollar el proceso de fracking se llevan a cabo unas actuaciones que no se realizan en los otros y son precisamente las que conforman el proceso de estimulación hidráulica, una actividad que conlleva un riesgo que se ha ido reduciendo hasta el mínimo en la última década. El objetivo es acercarse al riesgo cero, riesgo que se concentra en estas actuaciones:

La propia técnica de perforación en sí requiere intervenir en el subsuelo y, consecuentemente, alterarlo puntualmente

a) Conocer cómo es y cómo se distribuye tanto la formación objetivo en el subsuelo como las capas que tiene por encima, así como conocer la posición y desarrollo de las fracturas y los acuíferos,

b) Realizar la perforación y desarrollar la estimulación hidráulica dentro de los parámetros garantistas de calidad,

c) Reducir el consumo de agua. Emplear aditivos que no sean perjudiciales tanto por composición como por concentración. Optimizar la depuración y gestión del fluido de retorno.

El primero de los objetivos se puede cumplir con éxito si se hacen los estudios geológicos, estructurales, geofísicos e hidrogeológicos necesarios para alcanzar el conocimiento preciso de las características del subsuelo. Y esto se puede lograr: La tecnología de investigación del subsuelo ha alcanzado un espectacular desarrollo que permite ofrecer imágenes casi reales del subsuelo. Este conocimiento preciso del subsuelo permitirá determinar sectores viables y no viables para aplicar esta técnica de fracking. Esto quiere decir, sencillamente, que si se hace una investigación completa, de los resultados obtenidos se podrán determinar zonas aptas y no aptas para el fracking, lo que permitirá derivar que en una determinada zona el proceso puede ser malo, si no reúne las suficientes garantías geológicas, o no tiene porqué serlo, si las condiciones geológicas son garantistas de una estanqueidad y una impermeabilidad y un aislamiento de los acuíferos.

La perforación

Con respecto al proceso de perforación, la tecnología propia del fracking lleva desarrollándose de forma más parecida a la actual durante los últimos 10 años, si bien es una derivación de técnicas muy similares que se llevan a cabo desde hace más de dos décadas y que ya se han practicado en más de un millón de operaciones en sondeos: esto implica una combinación de experiencia y desarrollo. Desde hace años ya hay tecnología para teledirigir la cabeza de perforación en el subsuelo, su avance, su posición y orientación, inspeccionar cómo ha sido la finalización del pozo, controlar la cementación de la tubería y medir el aislamiento entre el terreno y el pozo. El desarrollo de la fracturación en el subsuelo también se puede controlar, registrar y modelizar con el fin de poder corregirla si fuera necesario. Tecnológicamente, por tanto, no debería haber riesgos si se trabaja cumpliendo con las exigencias de las diferentes administraciones.

En la fase tercera se produce la inyección de un fluido (agua, arena y aditivos) a mayor presión que la de rotura de la formación para poder romper la roca y crear en ella una red de microfracturas capaces de liberar los hidrocarburos. Los volúmenes de agua así como la composición y proporciones de componentes a inyectar varían según la naturaleza de las formaciones y el espesor del tramo a estimular. Un porcentaje variable del fluido inyectado, dependiendo de la formación geológica de que se trate, se recupera (flowback). Éste es otro de los puntos polémicos en la medida de que hay muchas discrepancias en los estudios realizados si bien en la mayoría de los casos la afección al subsuelo sólo debería quedar en la zonas profundas y geológicamente asiladas.

Si se hace una investigación completa, de los resultados obtenidos se podrán determinar zonas aptas y no aptas para el 'fracking'

Se trata de una actividad que, emparejada con el beneficio económico, conlleva un riesgo, como la gran mayoría de las actividades que actúan sobre el terreno. Pero también es cierto que durante la última década se ha producido una evolución y mejora en todas las fases y en todos los aspectos implicados: perforación y aislamiento del pozo, control de la fracturación existente y generada, consumo de agua, aditivos, depuración y gestión del agua de retorno. Trabajar sólo en las zonas geológicamente aceptables, hacerlo con garantías y cumplir las exigencias harán que cada vez se esté más cerca del riesgo cero.

Enrique Aracil es doctor en Ciencias Geológicas y profesor asociado del Departamento de Geodinámica. Facultad de Ciencias Geológicas. Universidad Complutense de Madrid.

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