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Cinco preguntas que desvelan si debe comprometerse con su pareja o echar a correr

Desde iniciar una convivencia a pasar por el altar: estos acercamientos requieren unas preguntas previas

Julia Roberts en 'Novia a la fuga'.
Julia Roberts en 'Novia a la fuga'.

Hacer reír, compartir aficiones, tirar el pijama que le regaló su madre y comprar uno nuevo, hacer el amor con cierta frecuencia, decirle de vez en cuando lo importante que es, contar hasta cien cuando algo moleste, sorprenderle con escapadas o cenas improvisadas, celebrar San Valentín en agosto, esquivar la rutina, escuchar, hablar, respetar su espacio personal, elogiar los platos que cocina, ser auténtico y confiar en el otro; no necesitarlo para nada pero quererlo para todo, ser sincero, mostrar cariño, reforzarle en sus éxitos, echarse de menos, vivir nuevas experiencias, intercambiar los papeles, centrarse en sus cualidades positivas, prestar atención a los cambios hormonales, tener paciencia y flexibilidad, hacer ver que le interesa su hobby, o que no lo detesta; no esperar mucho de los hombres, no esperar mucho de las mujeres.

Si está a punto de comprometerse (irse a vivir con su pareja o incluso casarse), hágase estas preguntas antes de que la cosa acabe en un disgusto mayúsculo. Aviso: solo una respuesta afirmativa a todas ellas augura una dulce nueva etapa.

¿Antepone su felicidad a la de su pareja?

Que no suene a narcisismo, pero antes de cuidar al otro, engrase su sesera. Una apuesta inicial antes de lanzarse al terreno del compromiso es tener bien asentado y equilibrado el amor propio. Ser generoso, saber expresar las opiniones y defenderlas, tener una autoestima saludable y una buena dosis de confianza para arriesgarse ante nuevos retos; todo ello hará de su vida un lugar más seguro y habitable. En definitiva, un espacio atractivo e idóneo para compartir con otra persona, de igual a igual. Además, así evitamos la lacra de la dependencia emocional y todas sus consecuencias negativas. En demasiadas ocasiones el otro nos parece más esbelto de lo que es, simplemente porque nos ponemos de rodillas. Una relación de amor necesita estar basada en el equilibrio y la bidireccionalidad.

Las personas que experimentan emociones sanas viven más tiempo, tienen más éxito en su carrera y se recuperan más deprisa de infecciones vitales; en general, son más eficaces y sus relaciones más felices, según han fundamentado revistas especializadas como Psychosomatic Medicine (Emotional Style and Susceptibility to the Common Cold, Cohen, S.; Doyle, W. J.; Turner, R. B.; Alper, C. M.; y Skoner, D. P.). 

¿Se besan siempre que pueden?

¿Recuerda el final de la fantástica película Cinema Paraís? Sí, aquella retahíla de besos censurados. Se emocionó, ¿verdad? Porque besar nos conecta, nos acerca al otro, nos excita. Los ósculos lo son todo o casi todo cuando se gesta una relación (¿quién no recuerda ese primer beso?). Pero no solo importan al principio: también cumplen un papel relevante para mantener la historia. Los investigadores Rafael Wlodarski y Robin Dunbar encontraron un vínculo entre la calidad de una relación y la cantidad de besos en parejas que llevaban mucho tiempo juntas. La conclusión fue: "A más besos, una relación más sana". Así que haga caso al sentido común, a la naturaleza, a estos dos psicólogos, y no se limite al simple “¡buenas noches, cariño!”.

Olvide la frecuencia de su práctica. ¿Dialoga abiertamente con su pareja sobre sexo?

Una reciente investigación de la psicóloga Amy Muise (Universidad de Toronto-Mississauga), publicada por la Society for Personality and Social Pschology, desmonta la popular idea de que las relaciones que mejor funcionan pasan más tiempo en la cama. En realidad, aunque el intercambio de fluidos es más que necesario y conveniente para una buena salud mental, basta con hacer el amor una vez por semana para que la pareja funcione. Pero, ojo, he aquí una fuente de conflictos: ¿qué pasa cuando hay una descoordinación de necesidades entre los dos? Ya sabe que la libido es muy sensible, y a la mínima se ve afectada por el estrés, la depresión, el cansancio (muy habitual en las parejas con hijos) o incluso por las rutinas negativas. Así que, como siempre, dialoguen y pongan las cartas sobre la mesa.

¿Ven películas románticas juntos?

Aquellos que son capaces de ver películas románticas juntos y discutir sobre ello, comparando su realidad con lo que sucede en pantalla, reducen a la mitad la tasa de divorcio. El autor principal del estudio que lo asevera, el profesor de Psicología Ronald Rogge, lo explica de esta manera: “Los resultados sugieren que los esposos y las esposas parecen reconocer lo que podrían estar haciendo bien y mal. En consecuencia, puede que no necesiten aprender muchas habilidades para encauzar la relación. Tal vez solo necesitan pararse a pensar en cómo se están comportando en la actualidad”.

¿Aceptan que los hijos son maravillosos pero jamás un imperativo?

Sí, es verdad. Los hijos dan vida, suman, te hacen reír y llorar, tienen tu carga genética, son la más exigente escuela… Pero, ¿mejoran una relación? Con la decisión de tener hijos, no asociada al imperativo biológico de la reproducción, esperamos ser más felices, más plenos. ¿Seguro? ¿Qué dicen los datos? Los más optimistas subrayan que los vástagos tienen un impacto neutro en la felicidad marital, pero también tiende a ocurrir lo contrario: son fuente de conflictos y grandes cambios, solo aptos para parejas consolidadas, según Parenthood and happiness: a Review of folk Theories versus Empirical Evidence, publicado en Social Indicators Research.

Meg John Barker y Jaqui Gabb, autores del libro The Secrets of Enduring Love: How to Make Relationships Last (Vermilion), aseguran que las parejas sin hijos suelen ser más felices que las que los tienen. Además, la franja de edad en la que se constata una peor calidad de las relaciones es entre los 35 y 45 años, precisamente cuando la crianza manda.

Conclusión: es fundamental besarse, realizarse personalmente, tener sexo (al menos, de vez en cuando), ver pelis románticas, sopesar con ahínco si formar una familia… Y de nada sirve lo anterior si no hay comunicación.

Richard Wiseman, autor del libro 59 segundos. Piensa un poco para cambiar mucho, propone su receta para mantener una relación equilibrada: “No solo se trata de escuchar y responder a los comentarios del cónyuge; es algo más. Las parejas estables y felices suelen mostrar un patrón concreto en momentos de conflicto: la mujer suele plantear un problema difícil, presenta un análisis del mismo y sugiere posibles soluciones. Los hombres que son capaces de aceptar algunas de estas ideas, y así demostrar que comparten el poder con su compañera, tienen más probabilidades de lograr éxito en la relación. Por el contrario, si el hombre reacciona poniendo trabas o mostrando desprecio, hay más probabilidades de que esa relación acabe fracasando”.

No obstante, al margen de sesudos estudios científicos, se impone el testimonio de una paciente en plena cura sentimental: “La pareja que quiero, quiero que sea…: que sea un buen colchón ante los problemas vitales; que te premie por ser tú, que quiera tu cara A y adore tu cara B; que asuma tus errores y premie el esfuerzo cuando intentas corregirlos; que te aliente a hacer más cosas; que te anime a salir con los amigos; que te haga reír; que a veces te eche de menos y muy pocas de más; que haga tu vida más rica en vivencias, en amigos y en emociones; que te escuche; que sepa perdonar y pida perdón; que te quiera; que te ofrezca buen sexo; que te deje en paz cuando lo necesites; que no grite; y por supuesto, que todo esto sea bidireccional”. Lo de compartir las tareas del hogar y gestionar a la familia política lo damos por hecho.

* Nacho Coller es psicólogo especializado en Psicología Clínica y de la Salud.

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