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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
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Residuos plásticos y ciudades

Foto: “Chacao, 2014” de Julio César Mesa en Flickr Creative Commons

¿Imaginas que cada día pasa por tu calle una caravana de 5.000 kilómetros de largo de camiones que transportan basura? Según las estimaciones, en 2025 las ciudades generaran una cantidad diaria de residuos de esta dimensión, el doble de lo que producen actualmente. Y en 2100 podría ser más del triple. Y es que, la basura urbana es el contaminante ambiental más rápido en producirse, y su crecimiento se ha disparado en los últimos años. En 1900 habitaban en las ciudades unas 220 millones de personas y producían menos de 300.000 toneladas de basura diaria. En 2000 ya sumaban 2.900 millones de residentes urbanos que generaban más de tres millones de toneladas. Y, según un reciente estudio publicado en la revista Nature, de seguir como hasta ahora, la producción de residuos sólidos urbanos (RSU) excederá 11 millones de toneladas diarias en 2100. Un incesante incremento que está íntimamente ligado al modelo de desarrollo urbano actual, de manera que un residente urbano puede generar hasta cuatro veces más basura que uno del ámbito rural. El Banco Mundial calcula que hoy, los 3.000 millones de urbanitas del planeta generan 1,20 kilos de basura por persona al día, un total de 1.300 millones de toneladas anuales. Y los costes ambientales, sociales y económicos de estas cifras son indudables.

Por otra parte, de entre todos estos RSU generados, el plástico tiene un papel protagonista. Tanto es así, que los estudios aseguran que en 2050 en el océano habrá más plástico que peces. Y el vertido continuado de residuos plásticos a los mares ha originado la formación de un territorio de basura en el Pacífico de unos 3,4 millones de km2 de extensión, es decir, casi 7 veces la superficie de España. Tan sólo en Estados Unidos se compran 500 millones de botellas de agua semanales, cuya fabricación requiere 17 millones de barriles de petróleo al año. Sin tener en cuenta los 50 millones de barriles que se emplean anualmente para procesar, transportar y refrigerar esta cantidad de agua empaquetada. Un agua cuya producción necesita 2.000 veces más energía que el agua de grifo. Por eso, algunas ciudades ya han iniciado la puesta en marcha de medidas para reducir el consumo de plástico, reducir la producción de residuos y generar, paulatinamente, un modelo de desarrollo urbano más sostenible.

La ciudad de Concord, en Massachusetts, hace tres años fue la primera en Estados Unidos en prohibir la venta de agua embotellada. Y en San Francisco desde el año pasado está prohibida la venta en suelo público de agua embotellada en plástico. En 2016 ha comenzado a aplicarlo en eventos al aire libre, donde ofrece agua mediante la instalación de depósitos portátiles o con sistemas móviles de distribución, y solicita que todos los proyectos de nuevos edificios en la ciudad incluyan la instalación de fuentes públicas. En 2009, Bundanoon, en Australia, fue la primera localidad del mundo que tomaba esta medida, y proliferaron los recipientes reutilizables a precios baratos y las fuentes públicas. Recientemente es la ciudad alemana de Hamburgo la que, por consenso político entre partidos, ha anunciado la aprobación de un extenso plan para suprimir la compra de productos de plástico de ciclo de vida corto (como son las cápsulas de café o las botellas de agua). Orientados por una "guía de compra verde” las autoridades se proponen seguir una serie de normas sostenibles que afectarán a la adquisición de distintos tipos de productos: los servicios de limpieza no usarán productos con cloro, el gobierno cederá bicicletas a los funcionarios o promocionará suscripciones al transporte público, y el personal administrativo rellenará sus propios vasos de agua en una extensa red de fuentes habilitadas. Por otra parte, ciudades de diversos países han comenzado aplicando multas o prohibiendo la entrega de bolsas de plástico en los comercios. Así sucede en Dinamarca, Francia, Suiza, Irlanda, Inglaterra, Canadá, Singapur o Mauritania (donde un elevado porcentaje del ganado murió debido a su ingesta). Sin duda, la apuesta por un modelo de producción y consumo más sostenible es hoy un desafío planetario urgente. Y las ciudades parecen comenzar a ser conscientes de la necesidad de introducir medidas que garanticen un cambio de rumbo.

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