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CLAVES
Columna
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Animadores culturales

Juan Pedro Hernández Moltó ha desvelado el misterio de su gestión al frente de la Caja de Castilla La Mancha

Jorge M. Reverte

Todos nos acordaremos siempre de un Juan Pedro Hernández Moltó erguido ante las cámaras y una buena parte del Congreso mirando a Mariano Rubio, que estaba avergonzado de su conducta pecaminosa, y el primero le decía: “Míreme, señor Rubio, míreme a los ojos”. Tremendo, difícil de emular. La verdad es que la pieza merecía la apuesta. Todo un gobernador del Banco de España a los pies de un diputado que le sacaba los colores.

Unos años después, vemos cómo Hernández Moltó le explica al juez que él realmente era un animador sociocultural de la Caja de Castilla La Mancha, que tuvo que ser rescatada con dinero público porque su contabilidad era claramente delictiva. En los papeles Hernández Moltó aparecía como el presidente, y no como animador. Aunque solo fuera por eso había que haber montado un lío a la cúpula directiva de la caja. ¿Cómo se le estaba pagando un sueldo de presidente a un animador sociocultural, por bueno que fuera? Yo espero que Hernández Moltó cumpla su condena entera, y deje de fumar los puros kilométricos que fuma mientras su chófer lo espera. ¿Cómo le aguantarán los ahorros de animador para seguir con esos puros y esos chóferes? Prodigio de buena administración.

Hernández Moltó debería servir de modelo a todo el PP. Ahora que el partido de Mariano Rajoy amenaza con quedarse sin militantes fuera de los muros de Soto del Real, Estremera o Picasent, (en esto la distribución por autonomías es muy justa). De todas esas cárceles podrán salir un montón de animadores culturales para ir a otras cárceles a enseñar a los reclusos el oficio de animador sociofinanciero. Y si hay suerte, España puede convencer a Alemania e Inglaterra para que nos envíen a los ejecutivos del Deutsche Bank o del Barclays y hagan aquí sus cursos que computen para su libertad futura. Está bien que la Europa que construyamos sirva para redimir a los delincuentes de cuello blanco, con apellidos tan sonoros como Urdangarin, Pujol, Matas, Granados… y currículos inacabables.

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