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Coordinado por Lola Huete Machado
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¿Hace el ejército keniano negocios con el conflicto somalí?

Soldados del ejército keniano en Kismayo, Somalia / Foto allafrica.com
Soldados del ejército keniano en Kismayo, Somalia / Foto allafrica.com

Hace pocos días nos llegaba la noticia de que en el norte de Kenia los pasajeros musulmanes de un autobús habían defendido a los cristianos cuando unos atacantes del grupo terrorista al-Shabaab interceptaron el vehículo y querían, como en otras ocasiones, ejecutarlos.

Estos ataques del grupo somalí, del que algunas de sus fracciones han jurado lealtad a DAESH o estado islámico, en Kenia son bastantes frecuentes pese a los esfuerzos del ejército keniano (KDF), el cual desde hace cuatro años está presente en Somalia, con la excusa de luchar contra este grupo. Es por eso que muchos kenianos se preguntan qué está haciendo, realmente, sus fuerzas armadas en el país vecino.

Desde que en octubre de 2011, el KDF lanzara la operación “Linda Nchi” (“Proteger nuestra nación”) los atentados de al-Shabaab en suelo keniano se han reducido pero el grupo islamista todavía es responsable de numerosos atentados como los ataques al centro comercial Wastgate, en 2013, o a la universidad de Garissa, en 2015, entre otros muchos.

Poco después de que Kenia tomara la decisión de intervenir en el conflicto somalí se estableció la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM) en la cual se integró el ejército keniano, lo cual clarificó el papel del KDF en ese país: destruir a al-Shabaab y apoyar al gobierno reconocido internacionalmente con base en Mogadishu (conocido como el Gobierno Federal de Somalia).

Al inicio de la operación las fuerzas kenianas obtuvieron varios éxitos importantes, como el desalojo de los terroristas de su cuartel general en Kismayo. Sin embargo, en los últimos años estos logros se han detenido. Al-Shabaab mantiene el control de grandes porciones del territorio somalí, mientras que el gobierno federal apenas puede imponer su autoridad sino es con el apoyo de las tropas de AMISOM.

Los mandos del ejército keniano se defienden de las acusaciones de inactividad afirmando que es verdad que puede tenerse esa impresión pero que sin su presencia Somalia estaría envuelta en el caos y, como consecuencia, Kenia resultaría mucho más insegura.

Puede que esto sea cierto, pero un reciente informe escrito por el investigados Ben Rawlence y publicado por Journalists for Justice (JFJ) sugiere otras explicaciones quizás menos honorables.

El informe: Black and White. Kenya’s Criminal Racket in Somalia, examina el contrabando de azúcar y carbón entre Kenia y Somalia y descubre que altos cargos del ejército keniano están involucrados en él. Es más, al hacer esto -afirma el estudio- están colaborando con al-Shabaab y proporcionando a los terroristas con fuente muy importante de ingresos.

En Febrero de 2012, las Naciones Unidas prohibieron las exportaciones de carbón somalí, ya que estas proporcionaban unos ingresos vitales a los terroristas. Por su parte, la importación de azúcar está sometido a fuertes impuestos en Kenia con la idea de salvar la industria azucarera nacional, por lo que se pueden conseguir grandes beneficios a través de su entrada ilegal en el país.

Rawlence afirma que “las fuerzas de defensa kenianas en vez de luchar contra al-Shabaab están encerradas en sus bases mientras que los altos mandos se dedican a prácticas comerciales corruptas con las administración de Jubalandia [región semi autónoma de Somalia] y al-Shabaab”.

Según el informe el proceso supuestamente funciona de la siguiente forma: barcos cargados de azúcar llegan al puerto de Kismayo y salen cargados de carbón. El ejército keniano cobra 2 dólares por cada saco de azúcar que llega, mientras que al-Shabaab consigue 1.050 dólares por cada camión que sale del puerto. Cada camión tienen que pagar de nuevo a la administración de Jubalandia, de la que la ciudad portuaria es capital. Finalmente, tiene que pagar de nuevo al ejército keniano al cruzar la frontera entre Jubalandia y Kenia. El carbón sigue el mismo proceso pero al contrario.

Es un gran negocio, el contrabando de azúcar produce decenas de millones de dólares al año para los miembros del KDF involucrados en él, mientras que al-Shabaab se lleva más de 100 millones de dólares anuales gracias al carbón.

Por eso el informe concluye que “el comercio de carbón no es una especie de entretenimiento ilícito practicado por los oficiales del KDF para conseguir un poco de dinero para sus gastos. Junto con la importación de azúcar, es, de hecho, la principal razón por la que están allí”.

Las consecuencias de esta actividad ilícita son muy graves: en primer lugar los oficiales del ejército keniano sacan beneficio del conflicto somalí, igualmente ayudan a sus supuestos enemigos a hacer lo mismo; un adversario que luego realiza atentados terroristas en Kenia, y finalmente se burlan de los esfuerzos regionales para combatir a al-Shabaab liderados por AMISOM

El informe también cuestiona cuánto conoce el gobierno keniano de estas actividades de su ejército: o realmente está informado de lo que suceden y sus miembros están involucrados en este negocio o realmente no tienen ningún tipo de control sobre sus fuerzas militares.

Evidentemente, el ejército keniano se ha apresurado a denegar estas alegaciones. El portavoz del mismo, el Coronel David Obonyo, ha declarado, según informa el periódico keniano Daily Nation que el KDF no puede hacer negocios con la gente con la que supuestamente están luchando: “Los que han publicado el informe pueden decir lo que quieran. Ya lo hemos dicho muchas veces, el KDF no esta involucrado en el negocio del carbón o del azúcar. Los que alegan haber realizado dichas investigaciones deben tener en cuenta que la costa somalí tiene 3.300 kilómetros de longitud y que el KDF solamente se despliega en un tramo de 150 kilómetros. Las mismas autoridades somalíes están contentas de que haya tantos puertos informales que no están vigilados”.

Sin embargo, si todo lo que dice el informe es verdad entonces se podría concluir que la intervención keniana en Somalia no pasa de ser un negocio mafioso, un ejemplo perfecto de convivencia entre crimen organizado y política con el aliciente de que todos los gastos de la operación están siendo pagados por los donantes que apoyan a AMISOM, un negocio redondo.

También podríamos afirmar que no solo los países occidentales se aprovechan de los conflictos africanos sino, y esto no es una novedad, países africanos también sacan grandes beneficios de las guerras que se desenvuelven cerca de sus fronteras.

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