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Daesh presenta...

El éxito de los terroristas pasa por imponer su programación en las televisiones europeas

David Trueba

Puede que a muchos no les llamara la atención la euforia con que los medios informaron sobre la mujer islamista que se había inmolado durante el asalto policial a un piso en Saint Denis donde se refugiaban algunos de los terroristas causantes de las matanzas en París. Desde el primer instante, la joven de 26 años fue recibida por los comentaristas como “la primera mujer integrista que se inmola en Europa”. Y eran tantas veces las que se repetía esa coletilla, que parecía quererse generar una reverencia casi olímpica, como si su acción fuera comparable a la de la primera mujer en cruzar a nado el canal de la Mancha o la de bajó la marca de los cien metros femeninos. Hay algo de rancia necesidad de contar la vida cotidiana como si fuera también una competición. Será seguramente fruto de la incapacidad de hablar de nada sin rebajarlo a medidores deportivos. Para coronar la absurda distinción, a los pocos días la policía francesa informó de que no era la mujer quien se había inmolado, sino otro de los varones terroristas el que había accionado el dispositivo mortífero, al modo de los culpables de la matanza en los trenes de Madrid, cuando se inmolaron en un piso de Leganés tratando de llevarse a más víctimas por delante en su final.

Este asomo de trascendencia informativa a la manera de un carrusel deportivo invade las tertulias, brazo dialéctico de cada conflicto en España. En muchas de ellas sorprende que de fondo visual se utilizan las imágenes que estos grupos integristas graban de la puesta en escena en la que someten a martirio y vejación a los inocentes que han logrado capturar. Los vídeos de las salvajes atrocidades han experimentado una mejora técnica que habla a las claras del aumento de presupuesto y medios. La voladura de monumentos históricos también sirve para ilustrar las discusiones de tanto experto con chispas y hay un momento en que alguien debería poner freno a la vulgarización de imágenes tan perturbadoras. El éxito de los terroristas pasa por imponer su programación en las televisiones europeas y es notable cómo logran que se difundan sus filmaciones sin que nadie se pregunte si eso es necesario y saludable. Igual que las armas norteamericanas nutren su arsenal después de tomar ciudades iraquíes, también el peor cine norteamericano de los grandes estudios, esas películas tan caras como cortas mentalmente, fija la manera de rodar estos crímenes y la tan eficaz estrategia de expansión propagandística en la que colaboran nuestros medios sin tampoco querer reparar en ello. Emitir ese material a destajo es una afrenta.

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