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El guante de la victoria

Las limpiadoras griegas se movilizaron para clamar contra las recetas de la troika en una país arrasado por la austeridad

María Antonia Sánchez-Vallejo
En el centro, Evanguelía Alexaki, flanqueada por compañeras de profesión y lucha, en su día de protesta número 303, en el Ministerio de Economía griego.
En el centro, Evanguelía Alexaki, flanqueada por compañeras de profesión y lucha, en su día de protesta número 303, en el Ministerio de Economía griego.achilleas zavallis

Evanguelía Alexaki, portavoz oficiosa de las limpiadoras griegas, recupera el tiempo perdido en su casa de la isla de Corfú, que abandonó en la práctica para clamar contra las recetas de la troika en una Grecia económica y socialmente arrasada por la austeridad.

Hiciera sol o nevase, desde un campamento instalado en los soportales de una de las sedes del Ministerio de Economía griego, en Atenas –una miniciudad efervescente, con sus tiendas de campaña, estufas, sillas de tijera y dulces, kilos de dulces de los comerciantes de la zona–, Evanguelía y sus compañeras no claudicaban. Salvo para la higiene, el resto de la vida la hacían en la calle.

En turnos de seis horas, Evanguelía y sus compañeras se organizaban para mantener viva la llama de una protesta pacífica: no se perdían una manifestación contra el Gobierno o la troika. “¿Usted cree que es normal reprimir a golpes y botes de humo a mujeres inofensivas?”, clamaba María Steriopulu.

Fue una lucha titánica, iniciada en abril de 2014, que parecía condenada al fracaso. Por exigencias de la troika, 595 limpiadoras del ministerio y de delegaciones de Hacienda, con un sueldo de 500 euros, pasaron a finales de 2013 a la reserva laboral, en el denominado “esquema de movilidad”, que no era otra cosa que la antesala del despido: un limbo entre el empleo y el paro, con salarios reducidos en un 75% y un porvenir laboral incierto. No fueron los únicos funcionarios afectados por los recortes –desde 2010 se han suprimido más de 250.000 puestos en la Administración–, pero sí los más combativos.

El grueso de las limpiadoras vio colmadas sus aspiraciones cuando, al tomar posesión como primer ministro, Alexis Tsipras, las recibió en Mégaro Maximu, La Moncloa ateniense

La movilización de estas mujeres modestas y rocosas empezó a ser conocida internacionalmente cuando Dimitris Arvanitis, grafista de la emisora Sto Kókkino, la radio de Syriza, diseñó un cartel protagonizado por el guante de goma que, coquetas y reivindicativas, lucían en protestas y mítines. “Es nuestra imagen de marca”, explicaba entre risas Ana María Zubbu, de Tesalia, señalando el panel de recortes de prensa. El buen ambiente, de camaradería y solidaridad, fue la tónica general, pese a los corrillos, las afinidades o las a veces aceradas críticas entre quienes se engancharon al carro por convicción política (muchas, votantes de Syriza) y las madres que luchaban para comprar leche a sus hijos.

Salvo unas pocas que se quedaron por el camino “por jubilación o enfermedad, casi ninguna por hartazgo”, el grueso de las limpiadoras vio colmadas sus aspiraciones cuando, al tomar posesión como primer ministro, Alexis Tsipras, las recibió en Mégaro Maximu, La Moncloa ateniense. Recontratar a las mujeres había sido una de sus promesas de campaña. Sonrientes, posaron a la puerta de la residencia con Tsipras, sabiéndose satisfechas protagonistas de una historia feliz.

“Estamos orgullosas de ser limpiadoras. El trabajo no puede ser una vergüenza”, decían todas a coro. “Tras estos meses en los que hemos perdido el control de nuestras vidas, de nuestras casas, abandonado a maridos e hijos, es mucho más lo que hemos ganado: experiencias, fuerza, ánimos, sonrisas. Haber soportado esto solas nos habría hundido”, contaba Patricia Álvarez, chilena de Isla Negra y griega por amor, 12 años como limpiadora en Hacienda. “Cuando volvíamos a casa para cambiarnos o darnos una ducha pasábamos el trapo por encima de los muebles, en un vuelo. Nosotras, limpiadoras de oficio”.

elpaissemanal@elpais.es

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