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EL PULSO
Columna
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Guías de viaje a lapicero

Novelistas gráficos, ilustradores o comiqueros narran con imágenes la vida de un paisaje

Dibujar una ciudad, dibujar un país, dibujar la historia. Eso es lo que hacen un número no pequeño de novelistas gráficos, de ilustradores o de comiqueros, que encuentran en el lápiz, coloreado o no, la mejor forma de narrar la vida de un paisaje. El precursor –o el más aventajado y constante– es el canadiense Guy Delisle, que, siguiendo a su mujer en su trabajo de cooperante de Médicos sin Fronteras, recorrió el exotismo de Shenzhen (China), Pyongyang (Corea del Norte), Birmania y Jerusalén. De todos esos lugares hizo una crónica dibujada, una especie de memorias de su vida allí, y retrató con humor las costumbres locales, el espectáculo urbano y los hechos pintorescos que fue encontrando durante su estancia.

El español Miguel Gallardo, coautor del famoso Makoki y autor de dos novelas gráficas que retratan la vida cotidiana de su hija autista, publicó un pequeño y delicioso librito –con tamaño y aspecto de pasaporte– que lleva por título Tres viajes: Tel Aviv, Buenos Aires, Turín. En él, a través de viñetas de aire naíf, nos guía por las tres ciudades, por sus tópicos, sus tradiciones, sus monumentos y hasta sus comidas. “Siempre que viajo dibujo, es una costumbre que adquirí en el viaje a Israel. Dibujo en aeropuertos, en trenes, en hoteles, en la calle… Es algo que me proporciona una diversión asegurada”. Gallardo cree que los ilustradores tienen unas capacidades especiales para llevar al lector de viaje: “Nosotros escribimos con imágenes, somos buenos observadores. No solo de lo que vemos, sino de lo que oímos, olemos y sentimos, así que para un lector es una buena información de los sitios que van a visitar, información que no es la que sale en las guías ni se ve en las fotos”.

Pero hay muchas formas de acercarse a los lugares y de tratar de entenderlos. La novela gráfica también ha entrado fructíferamente en los países en conflicto para tratar de explicar qué es lo que ocurre en ellos y cuáles son las claves fundamentales que hay que descifrar. El primer éxito global fue tal vez Persépolis, de Marjane Satrapi, que fue contando la historia del Irán contemporáneo –y su vida cotidiana real– a través de su propia historia. Joe Sacco ha visitado Gaza y la Yugoslavia en descomposición y nos ha dejado la mirada seca y dolorosa de sus guerras, pero no pintadas a través de los grandes acontecimientos, sino a ras de suelo. Los ojos de las gentes, los recovecos del corazón humano, los contraluces del paisaje. Los novelistas gráficos son dibujantes, pero son también periodistas, historiadores y escritores.

“La historieta es todavía un medio por descubrir”, dice Miguel Gallardo. “Un medio muy caliente porque es artesanal y depende mucho del que lo hace. Si viajas a los sitios de conflicto, tienes que arremangarte, meterte en las casas de la gente y, sobre todo, tomar partido”. Él nunca ha viajado a una zona propiamente en conflicto, pero ha participado en un proyecto de Oxfam que, bajo el título Viñetas de vida, trata de poner la lupa sobre lugares cuyos problemas permanecen en sordina: Colombia, Nicaragua, Filipinas, Burundi. Él eligió la República Dominicana para contar la mitad que nunca se cuenta en las guías de viaje, la mitad que no tienen resorts ni playas cristalinas. “Tuvimos la oportunidad de ver una parte muy diferente del país, a la que normalmente no tienes acceso a no ser en compañía de locales. La experiencia de hablar con la gente de base y poder oír sus relatos de vida fue un privilegio y una lección”.

Dibujar la vida de un lugar. La vida luminosa y la vida oscura. Los monumentos gloriosos y la miseria sórdida. Los paisajes del lapicero.

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