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Columna
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Cataluña es una Nación

Dimensionar más solemnemente y sin cicaterías ese reconocimiento es requisito para incluir mejor a una abrumadora mayoría de catalanes

Xavier Vidal-Folch

No se líen. Lean, simplemente. ¿Qué? La norma. Que Cataluña es una nación es un hecho recogido y proclamado en el Estatuto de 2006. Y aceptado y asumido por el Tribunal Constitucional (TC) en su sentencia (restrictiva) número 31, de 28 de junio de 2010.

Es cierto que el texto estatutario lo establece con cautela, en su preámbulo, al recordar que el Parlament “ha definido Catalunya como una nación, de una manera ampliamente mayoritaria” y que la Constitución “reconoce la realidad nacional de Catalunya como nacionalidad”.

Lo interesante es que la tan denostada sentencia del TC se niega a la pretensión del recurrente, el PP, de declarar inconstitucionales ambas expresiones. Y que lo hace con algún voto particular disidente. Al remar contra esas corrientes y contra la propia pretensión de atar corto el alcance del Estatuto, la validación de esa parte del preámbulo tiene más mérito y empaque diferencial.

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Es cierto que la valida como “una verdad de hecho” sin eficacia interpretativa, y entendiendo la nación en sentido socio-cultural y de pertenencia, y no en el de ostentar la titularidad de la soberanía. Pero algún valor jurídico y mucho político tiene, como se ve a sensu contrario por las urticarias que esa expresión suscita.

La conveniencia de reconocer mejor los hechos nacionales, por ejemplo en la Constitución, la sugirió el Consejo de Estado. Propuso en su informe del 16/2/2006 recoger el mapa territorial cuando se reforme la Carta Magna.

Y la propuesta oficial del PSOE formulada en Granada (6/7/2013), que se sepa nunca abrogada, defiende que las comunidades se identifiquen en esa lista/mapa de la Constitución reformada “con la denominación por ellas elegidas en sus Estatutos” (punto 23): la de nación, en el caso catalán. Y el documento preparatorio de la fundación socialista andaluza Alfonso Perales, de 2012, asume que hay “Estados federales dentro de los cuales alguna unidad ostenta una posición peculiar”.

Dimensionar más solemnemente y sin cicaterías ese reconocimiento es requisito para incluir mejor a una abrumadora mayoría de catalanes. Sobre todo ahora que con la deriva secesionista Cataluña roza —o desborda— el peligro de partirse como nación y convertirse en, al menos, dos mitades de tal cosa.

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