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CLAVES
Columna
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Si Europa fuera un país

El Gobierno habría convocado al Parlamento para solicitar fondos extraordinarios y aprobar medidas de urgencia

El relato de la inacción europea es tan gráfico como las imágenes de los refugiados que llenan los informativos. A la tragedia de los ahogados o asfixiados se une la determinación de las familias que estos días cruzan Europa a pie con lo puesto, en durísimas condiciones. Esos padres que pasan a sus hijos por debajo de las alambradas son los que nos dicen lo que Europa significa hoy: el espacio de paz, libertad y seguridad al que aspiran millones de seres humanos. Pero en vez de escuchar ese mensaje con orgullo, nos tomamos esa aspiración como una amenaza. En lugar de aprovechar esta oportunidad para hacer Europa más fuerte, la debilitamos con patéticas divisiones internas, sembramos la duda entre la ciudadanía y damos alas a los xenófobos que quieren menos Europa, más fronteras nacionales y menos extranjeros.

 Se ha dicho ya casi todo sobre la miopía y racanería de muchos Gobiernos europeos. Y también parece estrecharse el caudal de las ideas sobre qué hacer al respecto. A este paso, la crisis migratoria acabará en el lugar donde se relegan las cosas sobre las que no queremos hacer nada al respecto: en la categoría de “tragedia”. Pero ante la tentación de tirar la toalla y concluir que el problema no tiene solución hay siempre un remedio infalible: cambiar la perspectiva desde la que nos aproximamos a ese problema.

Imaginemos por solo un momento que Europa fuera un país. En esa Europa, el Gobierno habría convocado al Parlamento para solicitar fondos extraordinarios y aprobar medidas de urgencia. Sus policías de fronteras y guardacostas estarían rescatando a los inmigrantes en peligro. Sus Fuerzas Armadas estarían levantando campamentos en Grecia y Hungría en los que acoger a los refugiados, organizar su reunificación familiar y tramitar sus solicitudes de asilo. Sus servicios consulares estarían tramitando los salvoconductos necesarios para que los refugiados no tuvieran que arriesgar su vida en manos de mafias criminales. Y sus diplomáticos estarían movilizándose en Naciones Unidas y presionando a Rusia para que forzara al régimen de Asad a detener la guerra y abrir negociaciones de paz.

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