La pesadilla de los incendios forestales
Todos los veranos, acudiendo fielmente a la cita, llaman a nuestras puertas y ventanas las llamas y el humo de los incendios en el monte. Es una reiteración odiosa, que no gusta a nadie, que quema las riquezas de algunos y los sueños de casi todos. Pero este hastío parece no llegar a la clase política.
Los que legislan no saben (o no quieren) poner freno a una situación que posiblemente no es muy complicado solucionar. Incrementar las penas para los pirómanos; concienciar mejor a la población; poner medidas de vigilancia más eficaces; tomar medidas de prevención en el invierno con la limpieza de montes y crear zonas en las que el fuego se apague o sea fácil hacerle frente son actuaciones menos problemáticas y costosas que intentar apagar el fuego cuando el monte ya arde.
Estamos quemando parte de nuestra identidad, pero no lo queremos ver. Todos, en mayor o menor medida, somos responsables y culpables de esta situación. Con frases bonitas y lastimeras no se soluciona el tremendo problema.
Ya va siendo hora de buscar soluciones urgentes y definitivas. Seguro que las hay.— Manolo Romasanta Touza.
