Estupro
Nadie está seguro, ni los niños que acuden inocentemente a la tele para ver un programa en vivo y en directo
Merkel hace llorar literalmente a una niña en la tele después de haber hecho llorar metafóricamente a media Europa. Entretanto, los chinos nos compran por 10.000 euros un aeropuerto que nos costó 450 millones. En mi barrio, los chinos han comprado una iglesia católica para convertirla en un bazar gigante. Vale, anécdotas. Lo que no sabemos es en qué momento de la noche las anécdotas ascienden a categorías ni en qué instante de la economía financiera entra el hijo de Dios en la iglesia y se lía a golpes. Tampoco estamos seguros de que haya nacido el Jesús capaz de armar el cristo que la situación se merece.
Hace años, en una entrevista, La Mala me contó que cuando iba a firmar su primer contrato discográfico, fue preguntando el porqué de cada una de las cláusulas. “Es lo estipulado”, le respondían invariablemente. Al cuarto o quinto “estipulado”, la rapera dijo que se metieran lo estipulado por donde les cupiera y logró firmar un acuerdo decente. Ahora mismo vivimos bajo la dictadura de lo estipulado. No hay día en el que no nos estipulen duramente, bien con una rebaja salarial a la española, bien con un corralito a la griega. Está uno tan tranquilo, sin meterse con nadie, tomándose la achicoria matinal, cuando llaman a la puerta y no es el lechero, sino la ley mordaza, que viene dispuesta a estipularte hasta que eches el hígado por la boca. Quien dice la ley mordaza dice el subsecretario de Cultura o la ministra de Trabajo. Nadie está seguro, ni los niños que acuden inocentemente a la tele para ver un programa en vivo y en directo. Escóndanlos cuando la Merkel pase cerca y no les dejen atravesar solos el bosque porque los estipularán hasta el estupro. O hasta el estupor, ahora no caigo.