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Qué mueve a... Ruth Buendía

“Estamos preparando a nuestro pueblo para que no desaparezca”

La activista ganó el prestigioso Premio Goldman de Medioambiente Lucha por lograr una educación de calidad para la minoría asháninka

Ruth Buendía, en la casa de América de Madrid en octubre de 2014.
Ruth Buendía, en la casa de América de Madrid en octubre de 2014.Bernardo Pérez

Ruth Buendía (Cutivireni, Perú 1977) tenía 12 años cuando los terroristas de Sendero Luminoso invadieron el territorio asháninka del río Ene donde vivía con su familia en la comunidad de Cutivireni, en plena selva amazónica. En la década de los ochenta, período de máxima violencia y represión terrorista en Perú, su padre fue asesinado y su familia tuvo que huir para ponerse a salvo de la masacre indiscriminada que ocurría en el interior de la selva. “En aquella época vivía siempre asustada” recuerda Ruth, incapaz de olvidarlo. Sendero Luminoso sembró el terror en todo el país, no solo en la Amazonía, aunque la comunidad asháninka era una de las más vulnerables y fue de las más afectadas por el terrorismo.

El horror que vivió Ruth cuando era una niña se convirtió en el motor de su lucha y de su compromiso personal con el pueblo asháninka. La violencia que presenció la marcó profundamente, hasta el punto de convertir su vida en una misión y su trabajo en una necesidad vital. Hoy Ruth Buendía es la lideresa de los asháninkas y lleva 10 años al frente de la Central Asháninka del Río Ene (CARE), una organización indígena que trabaja por “hacer respetar los derechos del pueblo asháninka”, así lo dice ella. “Llegar a presidenta no fue fácil, hubo mucha oposición y había hombres que no querían que hubiera una mujer en la presidencia” confiesa.  “Cuando fui elegida, se formó un grupo que estaba en contra de mí por ser mujer, algunos incluso tejieron una estrategia para atacarme” revela hoy, todavía incrédula. “Pero la población decidió darme una oportunidad para ver lo que podía ofrecer. Hice lo que pude y continuo haciéndolo, por eso después de 10 años la población indígena me tiene aquí”.

Es fácil entender por qué esta mujer sigue liderando a la comunidad asháninka en la actualidad. En solo una década, Ruth Buendía ha conseguido dialogar con los gobiernos, frenar los pies de las empresas energéticas, defender los derechos de su pueblo y participar en la política de su país, algo que hace 20 años los asháninkas ni habrían soñado. Su trabajo ha sido reconocido por el Goldman Environmental Prize 2014, un premio que destaca la labor de las personas que luchan por conservar el medioambiente y promueven el desarrollo sostenible. Asimismo, el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional de España ha querido premiar su capacidad de liderazgo y su contribución al desarrollo humano y sostenible con el Premio Bartolomé de las Casas 2014.

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“No me lo esperaba” —confiesa Ruth— “aunque no lo hice sola, los equipos técnicos de la CARE me han apoyado mucho. Es un reconocimiento a todos los que han trabajado en frenar el proyecto de la hidroeléctrica de Pakitzapango”, dice en referencia al Premio Goldman o nobel de medioambiente. “La solidaridad y la unión del pueblo”, las virtudes más destacadas de los asháninkas según su líder, son las que consiguieron detener el proyecto de la central hidroeléctrica.

En el año 2010, los gobiernos de Brasil y Perú firmaron un acuerdo energético que les permitía construir una serie de presas y una hidroeléctrica en pleno territorio asháninka. El proyecto de Pakitzapango inundaría los márgenes del río Ene, donde viven las comunidades asháninkas, provocando más de 8.000 desplazados. “Nos enteramos a través de los medios, anunciaban a bombo y platillo el nuevo proyecto y nosotros no sabíamos nada” dice Ruth.  “Cuando lo escuché por la radio, decidí pedirle información al gobierno regional de Junín y se demoraron casi tres meses en contestar. Algunos funcionaros del Ministerio de Energía y Minas se habían organizado en una empresa fantasma que se llama Pakitzapango Energía S.A.C. con fondos de Brasil, a quien se hizo la concesión. El proyecto está actualmente suspendido, pero si el Gobierno quiere, puede retomarlo” asegura Buendía. La comunidad asháninka vive en una de las zonas más ricas en recursos naturales del planeta, motivo que les sitúa en el punto de mira de muchas empresas energéticas.

“Estamos preparando a nuestro pueblo para que no desaparezca y que no se olviden de su cultura ni de sus raíces”. Ruth sabe que todas las culturas pueden mejorar y que deben adaptarse “pero el desarrollo también tiene que adecuarse a la realidad de la población indígena y a su cultura”, afirma, mientras defiende su postura .“El desarrollo no viene solamente de las empresas petroleras, hay otras maneras. Se difundió la idea de que yo me opongo al desarrollo, pero eso no es cierto. Nosotros nos oponemos a la falta de información y a la falta de transparencia del Gobierno.”

El desarrollo también tiene que adaptarse a la realidad de la población indígena

Las consecuencias que provocaría la construcción de la hidroeléctrica de Pakitzapango serían devastadoras para el pueblo asháninka, como detalla el informe sobre el acuerdo energético Perú-Brasil elaborado por las organizaciones Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR), la Asociación Servicios Educativos Rurales (SER) y la CARE, que denuncia que esta concesión se hizo sin tener en cuenta los Derechos de los Pueblos Indígenas contemplados en el Convenio 169 de la OIT respecto al consentimiento libre, previo e informado.

Ruth Buendía tiene muy claro que la clave del avance y el desarrollo de su pueblo está en la educación. “Los años de violencia social nos han sumergido en la pobreza, en un analfabetismo y una ignorancia total. Hay que tener presente esta historia para seguir adelante. La calidad en la educación es imprescindible para que los pueblos indígenas puedan tener oportunidades y puedan seguir desarrollándose”.

La barbarie de Sendero Luminoso interrumpió sus estudios y los de muchos otros asháninkas, que vieron sus vidas truncadas por una violencia irracional. “Tuve que volver a estudiar porque los terroristas quemaron mi certificado” recuerda Ruth, que no solo volvió a iniciar secundaria, sino que además cursó Derecho y Política en Lima. “Quiero retomar mis estudios para seguir adelante” dice convencida. “Necesito mejorar y formarme para continuar defendiendo los derechos de los indígenas”.

Ruth Buendía.
Ruth Buendía.Musuk Nolte

A diferencia de otros pueblos, los asháninkas son muy conscientes de lo que está pasando más allá del Amazonas. “El mundo globalizado quiere imponerse a los pueblos indígenas y a su territorio. Están hablando con pueblos que nunca han tenido la educación que tienen los que están trayendo la globalización y el desarrollo. Partimos de una situación de abuso que es excluyente para las minorías étnicas porque no se considera la realidad que hay. Ahora están viniendo masivamente el desarrollo, la globalización y la tecnología; tratamos de que las poblaciones se adecuen, y debemos preparar a nuestros hermanos asháninkas para lo que viene. Estamos interviniendo para mejorar la calidad en la educación para que sepan aprovechar las oportunidades que pueden venir de mano del desarrollo y del mundo globalizado.”

Ruth Buendía habla alto y claro. “Yo siempre he dicho que la principal amenaza de los pueblos indígenas es el Estado, que tiene dos caras. Por un lado, tiene los servicios que son su obligación, y por el otro, las concesiones que hace dentro de los territorios de los indígenas, sacando dictámenes o leyes contra la seguridad territorial de las comunidades.” Si antes se mantenían alerta frente a la amenaza del terrorismo, “el que siembra el terror hoy es el militar. Actualmente el terrorismo está vinculado al narcotráfico y los militares son los amigos de los narcos” dice Ruth sin esconder su preocupación. “El Estado y el Ejército deberían de garantizar nuestra seguridad, sin embargo las comunidades asháninkas los ven como una amenaza. Nosotros [la CARE] tenemos que hacer su trabajo y garantizar la seguridad de nuestro pueblo. Hay tanta corrupción dentro de la institución militar que, entonces, nos preguntamos: ¿Cuándo vamos a tener paz en nuestras comunidades?”

La principal amenaza de los pueblos indígenas es el Estado

A pesar de las dificultades, la situación va cambiando poco a poco para los asháninkas. “El premio nos ha abierto las puertas de los ministerios y del gobierno, me ha dado la oportunidad de que me escuchen y de poder dialogar. Ahora podemos participar, antes no podíamos” confiesa Ruth. “Estamos intentando articular los proyectos con ellos y establecer compromisos para que nos atiendan. Queremos una inversión integral en educación y salud, no queremos que nos hagan un tubo de agua que se rompa en dos días” —asegura— “porque la población indígena ha sido excluida de los servicios del Estado”.

Ruth reconoce que sus hijos tienen una infancia muy diferente a la suya y se preocupa por transmitirles todo lo que ha vivido. “Les recuerdo que no deben desaprovechar todas esas oportunidades que tienen ahora”.

A Ruth Buendía todavía le quedan dos años frente a la presidencia de la CARE, pero ya tiene la hoja de ruta marcada. Quiere terminar la titulación de tierras de las comunidades que vienen arrastrando desde hace muchos años y mejorar la calidad de la educación en las comunidades con buenos docentes y mejoras en los programas educativos. “Aspiro a que mis hermanos asháninkas sean capaces de salir adelante. Todos los humanos tenemos esas aspiraciones, ese anhelo de tener oportunidades y de mejorar.”

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