_
_
_
_
_
LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El runrún

Esta semana ha tenido ritmilllo gracias a la revelación de Ada Colau como cantante o el enfado de Charlize Theron en Cannes

Boris Izaguirre
La actriz Charlize Theron en Cannes.
La actriz Charlize Theron en Cannes.Pascal Le Segretain (guetty )

Ha sido una semana más movida de lo habitual, en parte porque este periódico estrenaba nuevo formato. Y en ese ajetreo se ha colado el runrún de Ada Colau, un vídeo rumboso y sabrosón en plena campaña electoral donde Colau se muestra sencilla, comprometida y sobre todo divertida. Un gol baratito de los políticos emergentes en este baile donde queremos que cambie el ritmillo, aunque que sea solo un poco.

Colau, candidata a la alcaldía de Barcelona, la ha colado bien mientras en España atravesamos por distintas etapas con ritmo saleroso como de rumbita. El runrún de principios de año era que el bipartidismo se acababa. Ahora es que posiblemente repitamos lo sucedido en las elecciones británicas y que recuperen el aliento los partidos tradicionales. Y en ese apartado de nuestra democracia que es la corrupción, todo parece quedarse en un runrún, un mal rato para unos cuantos privilegiados que en su día fueron políticos honorables. Mientras el runrún nos dibuja una sonrisa, a ritmo de rumba, Catalana por supuesto.

De nuevo en mayo arrancan el Festival de Cannes, en Francia y el Festival de Flores de Chelsea, en Londres. Dos eventos cargados de simbolismo y estilo. En la alfombra roja de Cannes todos son estrellas. En el Festival de Chelsea donde todo son flores, este año es el príncipe Carlos el que está en el punto de mira, porque se han filtrado cartas suyas aconsejando a los primeros ministros. Un príncipe y un ministro pueden mantener cierto runrún pero jamás una relación epistolar. A Carlos lo acusan de querer inmiscuirse en el Gobierno cuando sabe que no está entre sus privilegios. Tony Blair no sabe, no contesta.

Y mientras tanto, Cannes despliega más información y magisterio en la alfombra roja que en la sala de proyecciones. No es un runrún, es el ritmo de nuestro tiempo. Las películas probablemente no sean obras maestras, pero la verdadera magistralidad está en esa alfombra roja, la más civilizada del mundo donde las estrellas, sobre todo las femeninas, entienden ese desfile como una prolongación de sus carreras como una profesión paralela vendiendo lujo. Un carrusel donde todas deslumbran, posan y se van. Y si en la gala del Met en Nueva York se consagró el zombi chic, un estilo donde todo el mundo parece regresar alegremente de entre los muertos, entre jirones y calaveras, en la alfombra roja de Cannes se ha impuesto el lesbianismo ligero como código chic pero también como género sexual favorito en las interpretaciones de las grandes actrices. Tanto Charlize Theron como Cate Blanchett interpretan personajes que juegan con el prejuicio de la marimacho y con la lucha por una mejor calidad de vida entre dos lesbianas de los años 50. Theron le sacó las uñas a un periodista que osó preguntarle si su personaje tenía más lado masculino que femenino. Y le dejó muy claro que las mujeres son solo eso, mujeres. Blanchett fue más lejos, ante la pregunta de si había tenido relaciones con otra mujer, respondió que sí y además varias veces, dejando a la prejuiciosa prensa internacional con la boca abierta. Un viejo run run se silencia y se abre paso a una definitiva reivindicación femenina.

En el parlamento británico hay tantas diputadas “lets be honest” (un juego de palabras muy en boga entre las lesbianas discretas) que el Daily Mirror lanzó un titular declarándolo como el más gay del mundo. Ese mismo día en otra isla, Palma de Mallorca, estallaba un nuevo escándalo de corrupción después de una imputación a otro funcionario acusado de organizar orgías con altos cargos públicos mallorquines y prostitutas de muchas nacionalidades. La investigación intenta arrojar luz sobre una presunta trama corrupta incrustada en la policía de Palma. Las prostitutas han declarado que eran contratadas para bacanales con alcaldes y políticos, donde “corrían el Dom Perignon y la Viagra” ¡Qué combinación! ¡Qué resacón! Por más bueno y real que sea el Dom Perignon, termina afectando. Y los que han usado Viagra en plan diversión saben que deja un dolor de cabeza no doble sino triple. Hay que reconocerle a esas fiestas un punto refinado, casi glamuroso precisamente por esa combinación. Y que puede verse como una apuesta por el turismo de calidad. Entre todos los runrunes de corrupción, nos faltaba una bacanal con prostitutas y policías en una isla. Y además con buen presupuesto. Así se constata que Berlusconi definió un estilo aspiracional: tienes que pegarte una fiesta a lo Villa Certosa para transformarte en un Ulises moderno y presunto que sabe seguir el ritmo, que sabe seguir el runrún.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_