Huelga indefinida en el fútbol
Lo podemos entender desde esa grandeza que dicen del balón. O desde la paranoia enfermiza que provoca el rodar de ese mismo balón. Desde el negocio que es. O desde el circo ofrecido al pueblo como máxima expresión del esperpento.
Así es, para este que escribe, el fútbol. Tan grande y arrebatador como mísero e insoportable. Sería un interesante reto para todos que la huelga que se avecina y que parece algo terrible para el país se convirtiera en indefinida o definitiva. Porque lo que a mí me causa terror es escuchar a mis comunes mortales hablar de fútbol una y otra vez, de cesiones, fichajes y transacciones valoradas en millones y millones de euros como quien habla de chuches que uno lleva al pequeñajo de la familia. La inconsciencia colectiva sobre este asunto causa espanto, por no emplear otra palabra. No me parece sano ni normal, ni propio de una sociedad que en principio se debería manifestar desarrollada y capaz.
No lo entiendo. Como tampoco entiendo el privilegio oficial, y aún menos la cobardía, hacia un negocio disfrazado de deporte del que ya, solo por principios, se debería desconfiar y más aún vigilar.— Manuel I. Nanín.
