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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Demasiada confusión

El PSOE tiene que dejar claro qué significa votar socialista, sin perderse en personalismos

No hace falta recurrir a sesudos debates sobre lo que puede o debe ser la socialdemocracia para convenir en que el PSOE es noticia por los personalismos de los dirigentes con mayor frecuencia que por la claridad de sus propuestas o la polémica que puedan generar. Mientras el PP se agarra al balance de la acción del Gobierno y Ciudadanos lanza propuestas atrevidas, de las filas socialistas surgen poco más que vaguedades generales o anuncios de derogaciones de leyes para el supuesto de que consiga el poder.

Editoriales anteriores

Los últimos meses han estado amenizados por los dimes y diretes en torno al liderazgo del Partido Socialista, particularmente inoportunos en un año de continuas citas con las urnas. Las iniciativas para democratizar los partidos son loables, a condición de que no se conviertan en el pretexto para ejercer los mandarinatos. Enfrentados con los medidores de la opinión pública, que muestran a cuatro fuerzas políticas prácticamente en un pañuelo, un partido se despegará de los demás en función del esfuerzo que realice. Difícil abordar la batalla electoral múltiple sobre la base de liderazgos que no se respetan ni en las propias filas de cada formación.

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En el caso del PSOE, sin duda esa es la razón del llamamiento de Felipe González a una “cultura de partido”, que deje claro el respeto de sus componentes al secretario general democráticamente elegido, Pedro Sánchez. Sin embargo, la tibieza de las reacciones de diversos barones apunta a un mero aplazamiento del debate sobre el liderazgo hasta que se celebren las elecciones del 24 de mayo; es decir, a un armisticio por causa de elecciones inminentes, en vez de un cese de hostilidades.

¿Es ahí donde la ciudadanía espera al Partido Socialista? En absoluto. Las peleas de capillas y mandarinatos solo interesan a quienes pretenden situarse en ese terreno. Los ciudadanos quieren saber qué significa votar al PSOE; no puede darse por supuesto que los votantes conocen de antemano en qué se diferencia su proyecto de la acción del PP, o qué motivos hay para confiar en esa opción más que en Ciudadanos o en Podemos. Hasta el momento se han escuchado más ocurrencias (“pim, pam, propuesta”) que una oferta coherente y articulada.

Cierto que las elecciones de proximidad, como son las municipales y en gran parte las autonómicas, admiten matices en función de candidatos y territorios. Pero todo no debe fiarse a los cálculos tacticistas de los dirigentes territoriales. Lo peor es que resulta difícil identificar cuatro o cinco grandes líneas o propuestas en las que se evidencie qué es lo que los socialistas se proponen construir realmente.

La coherencia no vendrá de una simple suma de los resultados proporcionados por respuestas políticas heterogéneas, sino de la defensa de un programa básico en el que los ciudadanos puedan confiar, más allá de los personalismos.

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