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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ‘estilo’ sí es negociable

No hay sustitutos para Xavi, Xabi e Iniesta; la selección tendrá que aceptar un cambio más profundo que la renovación de jugadores

SOLEDAD CALÉS

Antes del Mundial de Brasil, la selección española de fútbol se movía por esos campos de Dios con el juego grácil de un Muhammad Alí y la pose intimidatoria de un Rocky Marciano; deleitaba e imponía. Después del Mundial, trabaja en el césped con la angustia y la falta de aire de un costalero. No es un cambio sutil y mucho menos explicable. Los dos últimos partidos, el oficial contra Ucrania y el amistoso contra Holanda, deben leerse como algo más que una decepción. Desvelan que a) Dos de los mejores (Xavi y Xabi) se han ido y no tienen recambio; b) Alguno de los mejores (Iniesta) no está en forma y puede dudarse de que vaya a recobrarla antes de su jubilación y c) Los muy buenos (Piqué, Ramos, Busquets) no pueden solos con el andamio. De donde se deduce, en primera instancia, que el éxito potencial de la selección depende de los nuevos jugadores que con santa paciencia convoca Del Bosque. Con cautela, ya se puede suponer que los renovadores no tienen la misma calidad de los renovados; es lógico que así sea porque quienes guiaron la expedición que conquistó el Mundial de Sudáfrica tenían una calidad y una personalidad excepcionales.

Y llegados hasta este punto, los monodiálogos en la barra del bar derivan hacia el estilo. No se sabe bien lo que es —de fútbol solo saben algunos entrenadores y muy pocos futbolistas—, pero está entre el perfume místico y el incienso estético. Algún jugador repite que el estilo de la selección “es innegociable” como si fuera una letra que no acepta un banco. El problema es que en los grandes equipos el estilo está fundido con los jugadores, como fondo y forma, acción y reacción. Xavi, sin ir más lejos, era el estilo y viceversa. Con él, Iniesta y Xabi en el campo surgía el orden preestablecido de Leibniz, sin más mediación ni ortopedia. Sus sustitutos ya no son el estilo, aunque pueden jugar a eso con mecánicas aprendidas.

Del Bosque es el punto final. Merecía la oportunidad de continuar después de Brasil y sigue mereciéndola. Pero es de temer que la selección necesitará después del Europeo un cambio más profundo; no sólo de personas, sino de estilo, sea lo que sea el concepto. Ya no hay virtuosos que ejecuten 12.000 toques por metro cuadrado.

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