Jon Hamm: “Espero no tener las cosas malas de Don Draper”

Cada uno se toma las despedidas a su manera. Como dice Jon Hamm, a unos les da por enterrarse en un nuevo trabajo mientras que otros se van de vacaciones. Concluido el rodaje de Mad Men [Canal+ estrena el lunes su última temporada], el actor de 44 años que durante la última década devolvió la elegancia y los martinis a la pequeña pantalla, ha dedicado su tiempo libre a recuperar la sobriedad. Ha pasado 30 días en un centro de Silver Hill, Connecticut (Estados Unidos), para superar sus problemas con el alcohol.

 “Se trata de un tema de salud, privado y personal, así que no quiero entrar en ello”, contestó el intérprete a este diario cuando se filtró a la prensa su cura de desintoxicación. Su aspecto es impecable: algo más delgado, barba y un elegante traje. En sus labios, esa sonrisa perenne que ha hecho de él uno de los hombres más deseados de la última década. “Por personal entiendo para mí y para mi familia, algo que no es para consumo del público aunque entiendo que estos días es noticia”, añade. Es demasiado amable como para dejar sin respuesta un tema que obviamente le afecta. El comunicado de su publicista personal, Annet Wolf, explicaba que “con el apoyo de su compañera, Jennifer Westfeldt”, el actor habría completado el tratamiento para combatir “su adicción al alcohol”. “A veces la vida te bombardea con muchas cosas y tienes que lidiar con ellas”, ha dicho Hamm sobre sus problemas con la bebida.

Huérfano de padre y madre a los 20 años, su carrera como actor fue todo menos vertiginosa. Él mismo se ríe cuando recuerda ahora que nadie le paraba por la calle por su “maravilloso trabajo” en la serie The Division. También pasaron de él en ficciones más conocidas como Dawson Crece y casi le dejan fuera de Mad Men por “no ser lo suficientemente sexy”. “En noviembre hará 20 años que llegué a Los Ángeles con dos números de teléfono en el bolsillo y sin dinero para llamar desde una cabina”, recuerda. Las cosas han cambiado mucho en estas dos décadas. Ahora se puede permitir coleccionar arte y coches. Un cambio que debe al personaje al que le toca decir adiós, al mujeriego, bebedor, mentiroso pero brillante Don Draper.

Un papel en ocasiones tan sórdido que es fácil culparle de las adicciones de Hamm. “La interpretación puede ser una tarea difícil. No comparable con el trabajo de un cardiólogo, pero también tiene sus retos”, concede. Pero Hamm no quiere caer en esa trampa. “Espero no tener las cosas malas de Don [Draper, su álter ego en la serie]”, añade. En su opinión el éxito de estos últimos años (y las situaciones peculiares que le acompañan) le ha afectado más que las emociones de su personaje. “Ese sentimiento tan extraño de que la gente te mire como si fueras de su propiedad, como si les debiera una foto o una conversación”, se explica. “O se me acerque un hombre casado a decirme, mientras estoy con mi esposa, que la suya quiere una foto conmigo”, se ríe.

Ahora dice tener “todo el tiempo del mundo para vivir un poco”. Pasar más tiempo con su compañera de hace 17 años, la actriz y directora Jen, y con su perra Cora. “Sé de alguien que va a recibir más paseos, caricias de oreja y galletas”, añade. “Y los fines de semana quiero dormir. Aunque todo esto dejará de ser divertido cuando mire el teléfono y me pregunte si volverá a sonar con otra oferta de trabajo”, concluye.