_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Perfidia

Pedro Sánchez se ve obligado a malgastar la mitad de sus energías en eludir las zancadillas de los enemigos que tiene en casa

Manuel Vicent

A estas alturas, el socialista Pedro Sánchez debe de saber aquello tan socorrido que Winston Churchill le dijo a un joven diputado de su partido cuando le enseñaba la Cámara de los Comunes: “Tus adversarios se sientan en esa bancada de enfrente; tus enemigos se sentarán aquí, a tu lado”. Sócrates equiparaba la inteligencia a la virtud. Según este principio nadie es en verdad inteligente si no es a la vez una persona virtuosa. Pienso que también es cierto lo contrario: no hay malvado que en el fondo no sea estúpido y no existe estúpido que al final no resulte peligroso. Este principio socrático es aplicable al Partido Socialista. El doble juego entre la maldad y la estupidez lo está soportando ahora directamente el nuevo secretario general, Pedro Sánchez, a cargo de algunos compañeros de la propia ejecutiva. Muchos votantes socialistas tal vez piensen que Pedro Sánchez es un político sin garra, de poco peso, e incluso que su físico de galán paradójicamente podría jugar en su contra en un país como este con tanta gente de cuello corto y cara de cabreo por haber follado poco. Este líder socialista, todavía en agraz, está tratando a duras penas de salvar la cara del partido, pero se ve obligado a malgastar la mitad de sus energías en eludir las zancadillas de los enemigos que tiene al lado. Es el caso de ese encuentro con el líder de Podemos tramado en secreto a sus espaldas por el inevitable José Bono, especialista en dar untuosas puñaladitas a los suyos como sin querer y el expresidente Zapatero, que después de pisar tantos charcos nadie sabe si es torpe o malvado. El placer de autolesionarse es ya un rito socialista, una forma sádica de ideología. Esa reunión es el ejemplo del nexo socrático que existe entre la estupidez y la ambición, la frivolidad y la perfidia ratonera, un doble juego que lleva directamente al desolladero.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_