Jazz, politica y bolero
El jazz, como toda la música, es un sentimiento, pero este género se diferencia por la necesaria interacción entre el artista y el público, cada solose aplaude y vitorea, la actuación gana en intensidad, el músico se supera, aumenta su creatividad y la satisfacción del público. La política es lo contrario: los “artistas” no interactúan con los electores nada más que cuando se convocan elecciones y eso aburre; el público se adormece, se acomoda en su asiento, apura el último trago de su copa, se levanta y se va a su casa, quizás buscando a BIRD.
Los grandes genios de la música han escrito maravillosas partituras, pero en el jazz la partitura no se ejecuta, se interpreta, y la buena interpretación está solo al alcance de unos cuantos; los políticos no son capaces de ejecutar, si quiera, la partitura que ellos mismos han escrito, pues a menudo incumplen su propio programa electoral. Si en su programa electoral han intentado, y sobre el papel lo han conseguido, escribir una partitura, la verdad es que raras veces son capaces de conseguir que el público les aplauda, vitoree, y mucho menos que llegue a interactuar. Se dice que un solo de Paquitode Rivera te puede alegrar el día, un solo de la señora Merkel lo más probable es que nos haga sentir como Angelitos negros en las Nieblas del riachuelo. Considero que a la clase política le va mucho mejor el bolero pero en su variante que habla del desamor, ya que lo que está pasando es una suerte de reproches, olvido, resignación... Por eso les digo Piensa en mí para que no llore Lágrimas negras.— José Manuel Pérez Pérez.
