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El dinero da la felicidad (si sabe cómo gastarlo)

Si está pensando qué regalar (o comprar), sepa que una clase de cocina aporta más bienestar que el reloj más caro del mercado

Si es de los que rinden al consumismo gozoso durante estas fiestas, deténgase unos momentos para reflexionar en qué se gasta el dinero antes de lanzarse a lo loco al fragor de las compras. Emplear el dinero en una experiencia (como un concierto, un taller de cocina o un viaje) trae más felicidad que invertirlo en objetos, según confirman estos investigadores en la publicación Psychological Science. Es solo el último de una creciente lista de estudios que muestran que hay maneras de gastar que incrementan el bienestar. Y otras que nos lo quitan.

Comencemos por lo más importante: muchas (la mayoría, quizás) de las experiencias más gratificantes en la vida, como pasear por el bosque, reírse con un amigo, cruzar la mirada con esa persona que tanto le atrae, son gratis; y no hay que esperar a Navidad ni a ninguna otra fecha señalada para disfrutarlas. A veces, por otra parte, la línea que separa las experiencias de las cosas es muy delgada. Es el caso, por ejemplo, de unos esquís, un objeto material que abre el paso a experiencias. Esto nos da una clave importante: “Las personas más felices son aquellas que tienen más capacidad para extraer experiencias de todo en lo que invierten su dinero, ya sea una guitarra, un billete de avión, un traje o unas zapatillas de atletismo”, escribe en su libro Los mitos de la felicidad la profesora de psicología de la Universidad de California Sonja Lyubomirsky.

¿Por qué aportan más felicidad las experiencias que las cosas? La última investigación se centra en la anticipación: esperar para tener una experiencia aporta mayor felicidad que anticipar un bien material porque, entre otras cosas, podemos imaginar todo tipo de posibilidades sobre lo que nos espera (cosa improbable con un bien material: un reloj ya sabemos lo que es, aunque sea de marca).

Pero hay otras razones:

Partiendo de la base de que la mayoría de la gente “no va a comprender lo que les va a hacer felices, hasta qué punto y cuánto va a durar esa dicha", el grupo de investigadores que escribió ese artículo (entre ellos, Daniel Gilbert, autor del superventas Tropezar con la felicidad) agrupa recomendaciones como estas: produce más felicidad gastarse dinero en otras personas en lugar de en uno mismo (esto quiere decir que, si decide comprarse esa pluma tan cara, mejor regálesela a su padre); es más satisfactorio adquirir muchas pequeñas cosas que una grande; es mejor planear la experiencia con tiempo de antelación, para convertirla en más valiosa; y, por último, no compre impulsivamente, ya que la anticipación –factor importante como se ha visto– se vería invalidada.

Todo esto, que tan razonable suena, se parece mucho a un lavado de cara del capitalismo (además de al anuncio de Ikea). Carmelo Vázquez, catedrático de psicología de la Universidad Complutense, señala: “Lo que es más interesante es ver si lo que tú gastas es congruente o no con tus valores, y eres capaz de proporcionar significado”. El profesor cree, como apuntaba la psicóloga Sonja Lyubomirsky, que está bien decantarse por experiencias en lugar si aquellas implican algo más que el mero consumo. “Si no, es igualmente raquítico”, observa.

Vázquez apuesta por los valores de presente –esto es, de disfrute–, frente a los valores de futuro, intangibles. Y, en cualquier caso, cree que es muy importante tener una especie de airbag ante las compras, un punto de reflexión que nos ayude a “frenar y ser escépticos ante los supuestos beneficios”. Todo un manifiesto contra el gasto compulsivo.

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