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¿Pelo rebelde? Quizá sufra un raro síndrome

El trastorno de 'cabellos impeinables' fue descrito en 1973. ¿La solución? Mascarilla, un buen cepillo y mucha paciencia

Suena a broma, pero existe de verdad. Su nombre en latín es Pili trianguli et canaliculi, una anomalía genética que supone un pelo muy difícil de peinar, por no decir imposible. Suele desarrollarse entre los 3 meses y los 12 años de edad. El cabello, que tiene una cantidad normal y suele ser rubio plateado o castaño claro, crece en distintas direcciones, generalmente en haces entrelazados. Es desordenado y seco. Meter el peine en tal maraña resulta tarea imposible.

Estos pelos no son como los normales, y tienen aspecto de alambre. Si cortamos con una tijera un cabello sano y observamos al microscopio el tallo piloso, comprobaremos que las personas de cabello rizado lo tienen aplanado, las de pelo liso ovalado y los orientales de forma cilíndrica, correspondiente a los troncos raciales negroide, caucásico y mongoloide. “En este síndrome, el pelo no tiene ninguna de esas formas estándares, sino que al cortarlo con la tijera su tallo piloso tiene forma de cuadrado o de triángulo. Eso hace que no sea moldeable ni controlable”, detalla el doctor Ramón Grimalt, coordinador de dermatología de la Universidad Internacional de Barcelona, presidente del Grupo Español de Tricología y miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).

Se trata de una anomalía que se engloba en el grupo de las displasias pilosas, un amplio y heterogéneo grupo de entidades que afectan a la estructura del pelo y en esta ocasión tiene un origen genético. Sin embargo, eso no significa que los padres u otra persona de la familia lo hayan padecido también. Precisamente, en estos momentos se está llevando a cabo una investigación científica para conocer cuál es la mutación genética que lo ha provocado, en la que está participando el propio doctor Grimalt, en colaboración con científicos de la Universidad de Bonn.

El síndrome fue descrito por primera vez en Toulouse en 1973 por el doctor Duré y su equipo de colaboradores, que la bautizaron como cheveux incoffables (cabellos impeinables, en francés). Ese mismo año, los investigadores Stroud y Mehregan presentaron un caso muy similar en el congreso First Human Hair Symposium, en Nueva York, y lo llamaron Spun Glass Hair (cabello en fibra de vidrio, en inglés). El tercer caso fue documentado al año siguiente, por el doctor Grupper y su equipo. Es una enfermedad rara, dada su baja frecuencia. Aunque su prevalencia es desconocida, los médicos admiten toparse muy poco con ella. “Yo veo a una media de 150 pacientes a la semana y se me presenta un caso así cada 10 o 15 años”, confiesa Grimalt.

¿Y si le toca a mi hijo?

Aunque aparezca en la infancia o la adolescencia, “con la edad y por el sebo de la cabeza, el síndrome tiende a mejorar”, añade el experto, aunque nunca llega a desaparecer por completo. Mientras tanto, se recomienda utilizar grandes cantidades de suavizante y mascarilla, así como un champú no irritante, pero en el 90% de los casos no hay un tratamiento específico para el paciente, porque se trata de un proceso benigno, que no reviste ningún tipo de gravedad. Más allá de estética e incomodidad, claro está.

“El uso de champú de piritiona de cinc [ingrediente antibacteriano y antifúngico] puede ayudar a mejorar el aspecto”, explica el doctor Alejandro Novoa en el análisis de un estudio clínico de un caso real en un paciente de 4 años publicado en Anales de Pediatría, en colaboración con los doctores Grimalt y Azón. El tiempo dirá si, algún día, los científicos encontrarán una solución al trastorno. Mientras tanto, mucha paciencia y un buen cepillo.

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