Nueva y sigilosa revolución
Pocos avances tecnológicos han influido tanto en nuestro día a día como el teléfono móvil. Esencial para la mayor parte de la población, no sólo nos ha permitido estar conectados las 24 horas del día y desde cualquier lugar, sino que ha llegado a modificar hasta la forma en que nos comunicamos.
En la actualidad puedes encontrarte con un joven o mayor, y en plena conversación, en la consulta médica, en el súper, en una conferencia, suena el WhatsApp, y automáticamente todo pasa a segundo plano. Hablan viendo el móvil, lo llevan en la mano, lo ponen encima de la mesa, lo miran conduciendo, controlan la última hora de conexión, doble check azul. Es tan vital, es tan necesario contestar inmediatamente, que cualquier cosa es menos importante. En los colegios, Facultades, comidas familiares, de empresa, aunque no estén los móviles en la mesa, suenan desde lejos, y cada uno está pendiente de lo que le dirán: familia, amigos, grupo. Felicitaciones a cientos de personas con la que antes no tratabas, te envían unos emoticonos y ya está, “ya sois” amigos.
Llegó tan deprisa, que no estamos viendo el alcance de todo esto. El teléfono apenas suena, la palabra hablada empieza a pesar poco entre los jóvenes. Con un renglón y medio ya está todo dicho. ¿Sabemos el alcance de todo esto? El peor castigo para un niño o para un joven es que se le estropee el móvil o que lo castiguen sin él.— María Fernanda Candal Tapia.