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el pulso
Columna
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La testosterona de los prohombres de Silicon Valley

Tras superar una larga fase de enamoramiento, ahora todos critican a Silicon Valley. En El Dorado se discrimina por sexo, raza y edad

Karelia Vázquez

Consejos para mujeres que quieren comerse Silicon Valley (que es mucho más que comerse el mundo): “Si va a visitar a un inversor, vaya con una alianza de matrimonio aunque sea prestada. Mejor casada que soltera para inspirar su confianza”. Otra advertencia: “Ponga un chico joven en el equipo para añadir credibilidad al proyecto”. Y una última recomendación: “Muévase en un área emocional controlada: emplee un tono de voz dulce y cálido pero a la vez agresivo. Sea líder, pero no bossy (mandona)”.

Juran los insiders de las rondas de financiación que no es personal, solo que los prohombres del capital prefieren confiar su dinero a personas que perciben como una versión joven mejorada de sí mismos. Es decir, si la mayoría de los ejecutivos son hombres caucásicos y heterosexuales, preferirán financiar ideas que provengan de mentes brillantes calcadas: informático y macho.

Dicen que, tras superar una larga fase de enamoramiento, ahora todos critican a Silicon Valley. De repente El Dorado es un sitio donde se discrimina por sexo, raza y edad. Sin embargo, hasta hace poco, por California Ave., la calle más transitada de Palo Alto, solo se veía a gente sonriente conduciéndose por la vida como solo saben hacerlo los elegidos (si vives una temporada, acabarás haciendo lo mismo). Nada malo podía pasar en ese ecosistema del éxito. La superpoblación de hombres solteros y bien pagados venía por defecto. El mundo tecnológico es masculino, solitario y solvente.

A inicios de año, en la Internet Week Conference de Nueva York se rompió el encanto. Varias emprendedoras contaron su experiencia con algunos señores de Sand Hill Road que les soltaron perlas de este calibre: “No invierto en mujeres porque no tienen pensamiento lineal”, “Pareces un hombre” (un cumplido), “¿Nos vamos ya al sofá?”. Kathryn Minshew, cofundadora de The Muse y una de las líderes de este incipiente movimiento de denuncia, reconoce que no pasa todos los días y que las empresas fundadas por mujeres no merecen per se ser financiadas. La revista Forbes decidió saltarse sus normas editoriales y publicar una pieza anónima escrita en primera persona por una emprendedora a quien un inversor invitó a su casa una noche de sábado para cerrar negocios. Ella aceptó porque se conocían, y él estaba casado y tenía dos hijos. Pero, ¡ay!, los niños dormían y la esposa estaba fuera. Así que la reunión se convirtió en una cita.

La última en hablar ha sido Jessica Livingston, cofundadora de la influyente Y Combinator, una aceleradora que ha financiado a 500 compañías, entre ellas Airbnb. Jessica había quedado en The Wine Room, un bar muy popular de Palo Alto, con una periodista. Allí coincidió con un señor.

–¿Qué haces aquí? ¿No tendrás una cita de Meetic?

–No, he quedado con una periodista.

Inmediatamente , él empezó a flirtear, o eso le pareció a ella:

–Soy inversor.

–Yo también, de Y Combinator.

De repente, Jessica, casada con Paul Graham, un semidiós de Silicon Valley, tuvo una oferta surrealista: él se ofrece a hacerse cargo de las start-ups más débiles de Y Combinator. ¿A cambio de qué? ¿Por qué tanta generosidad? Ella culpa a la noche y a su lápiz labial. El día antes, Jessica había escrito una advertencia en el blog de la aceleradora: “Tendremos tolerancia cero con las insinuaciones de carácter sexual o romántico de los inversores. Ni piense en hacerlo. Lo encontraremos”. Pero nunca pensó que lo vería tan rápido.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.

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