_
_
_
_
_
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El último detalle

Importa la verdad de cada trazo en el retrato de la familia de Juan Carlos I que ha terminado Antonio López

SOLEDAD CALÉS

La obra empezó llamándose La familia real y, veinte años después, cuando supuestamente Antonio López la da por terminada, ha cambiado de título. Ahora es La familia de Juan Carlos I, y de ese cuadro el pintor dijo alguna vez que “el mío es el retrato de una familia española”. En esa tarea ha estado ocupado ese largo tiempo, con las intermitencias que en ciertas ocasiones —aunque pocas veces son de este calibre— se producen en la creación de una obra de arte. En 1994 le hicieron el encargo, así que citó a don Juan Carlos, a doña Sofía y a sus hijos en su estudio, donde el fotógrafo Chema Conesa les hizo unas fotos sobre las que ha trabajado el artista. El retrato es la historia de ese remoto encuentro y pretende recoger en sus 3,40 metros de alto por 3 de ancho lo que esa familia contiene. Veinte años puede ser demasiado tiempo o, también, demasiado poco. “Conozco bien el comienzo de un trabajo. Acabar no sé en qué consiste”, ha dicho el artista, célebre por la meticulosidad con la que afronta cada obra y por su afán de perfección.

Cierto, una cosa es empezar; luego van cambiando las cosas. El artista se transforma, ya no es la misma la sociedad en la que vive, también cambian los que están siendo retratados, se modifica la luz, varía la memoria. Las fotos sobre las que Antonio López ha trabajado han sido, sin embargo, las mismas. No importa: son solo el fugaz rastro que quedó de aquel encuentro, y lo relevante son sus protagonistas. ¿Habrá reflejado ese retrato lo que ha ido pasando durante todo ese tiempo o será solo el testimonio de ese remoto momento, de aquel instante que ahora será eterno? Solo se sabrá cuando se inaugure a finales de noviembre la exposición El retrato en las colecciones reales, donde será una de las piezas protagonistas. “Tardé en resolver la ubicación de cada una de las personas en el cuadro”, ha explicado Antonio López.

Hasta encontrar su sitio exacto, las aproximaba y las alejaba. Cada obra de arte es el resultado de la visión que tiene el artista de lo que tiene delante. Por eso importa tanto la verdad de cada detalle. Antonio López la persigue de manera obsesiva. ¿Ha terminado el cuadro de verdad? Eso se ha dicho. Conociendo al artista, veinte años no son nada, así que ya se verá.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_