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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El raro recorrido de Cameron

El apetito por la política se despierta cuando los ciudadanos pueden votar entre opciones opuestas

Soledad Gallego-Díaz

Uno de los aspectos más interesantes de lo ocurrido en Escocia ha sido que los ciudadanos acudieron en masa a las urnas, incluidos por primera vez los que acababan de cumplir 16 años, un adelanto en la edad electoral que debería debatirse ya en toda Europa. Llegar al 85% de participación supone que, prácticamente, sólo ha existido una abstención técnica. Interesaría mucho saber si esa masiva afluencia ha estado provocada exclusivamente por el motivo de la consulta (aunque es indiscutible que independencia, sí o no, es un planteamiento altamente movilizador) o si ese formidable apetito por la política puede manifestarse también en otros temas, siempre y cuando los ciudadanos crean que su voto marca realmente una diferencia. Es decir, cuando creen que lo que tienen delante son opciones realmente distintas, opuestas.

Sea como sea, el referéndum escocés ha dado paso a un proceso llamado de tercera vía, autonomía plus o devolución max, como se prefiera, en el que queda perfectamente claro que sus resultados no van a afectar sólo a Escocia, sino, en igual medida, a Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, porque se trata de un proceso de redistribución del poder político.

David Cameron anunció que será rápido: el sistema de reparto de poderes se revisará antes de noviembre y se presentarán nuevas leyes en enero. En el camino, se oirá, no solo a Irlanda del Norte y a Gales, que ya tienen un cierto grado de autonomía, sino también a la formidable y poderosa Inglaterra, que no dispone de mecanismos políticos propios, pero que es impensable que quede fuera del debate sobre una nueva distribución de poderes. De hecho, ya se han oído muchas voces reclamando que en el Parlamento de Westminster, cuando se trate de asuntos que sólo afectan, o que sólo se van a poder aplicar en Inglaterra, voten exclusivamente los diputados ingleses.

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Sólo cuando se vio agobiado por el incremento del voto independentista, Cameron se lanzó a ofrecer más autonomía

Es difícil creer que Cameron tuviera en la cabeza, cuando empezó el proceso del referéndum escocés, un cambio tan radical en la estructura política del Reino Unido. Más bien parece que es el resultado de una apresurada rectificación ante el pánico a un triunfo del sí. El resultado de una política anterior apática, que caracterizó la posición del primer ministro a lo largo de muchos meses. Sólo cuando se vio agobiado por el incremento del voto independentista, Cameron se lanzó a ofrecer, en el último minuto, más autonomía, incluso, que la que había propuesto Alex Salmond como posible tercera vía.

Tienen razón quienes desde las filas conservadoras le reprochan su increíble lentitud y la inconsistencia de sus propuestas, que no han sido debatidas en su partido ni discutidas con los representantes políticos de Gales o Irlanda del Norte ni mucho menos de Inglaterra. Cameron tuvo, eso sí, la habilidad política de arrastrar al líder laborista Miliband y al liberal Clegg, quienes unieron sus firmas a su oferta de última hora.

La reorganización del poder político en el Reino Unido no figuró nunca en el programa del Partido Conservador ni en el electoral del propio David Cameron. El ahora primer ministro ha sido siempre un prolífico autor de artículos periodísticos y es fácil rastrear su pensamiento político a lo largo de los últimos años. Hasta ahora, cuando Cameron hablaba de redistribución del poder no se refería a una “devolución de poderes” a los Parlamentos autonómicos de Escocia, Gales o Irlanda del Norte, ni mucho menos, sino a una interpretación mucho más liberal y thatcheriana: disminuir el poder del Estado central para dejarlo en manos de la iniciativa privada y los ciudadanos individuales. De hecho, Cameron ha sido uno de los pocos políticos británicos que ha defendido que el Reino Unido redactara una Constitución escrita pero entre los elementos que proponía introducir no figuraba, en absoluto, la devolución de poderes políticos a los distintos territorios del Reino Unido.

Y sin embargo, es en eso en lo que parece que se ha embarcado. Devolver poderes, algunos de los que siempre soñó con entregar a manos privadas, a los poderes públicos escocés, galés, inglés o del Ulster. Devolver poderes al Estado. Qué cosas.

solg@elpais.es

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