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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Solo es un juego (nada menos)

La salida al mercado de 'Destiny' revoluciona la industria del videojuego

marcos balfagón

Una industria que mueve al año 70.000 millones de euros; unos costes de producción de 350 millones de euros, 153 más que la película más cara producida hasta el momento; la contratación —de esto no hay cifras, claro, aunque está Paul McCartney de por medio— de estrellas de primera línea para que el comprador comprenda las instrucciones y para que la música esté a la altura del resto del producto; decenas de miles de personas que han probado una versión limitada, y millones de aficionados en todo el mundo ansiosos por... jugar.

Destiny, el nombre del juego, puede ser definido de muchas maneras: mejores, peores, escuetas o hiperbólicas, pero lo cierto es que se ha convertido en un fenómeno incluso antes de que, finalmente ayer, apareciera en el mercado. En una explicación merecedora del desdén de cualquier aficionado, se trata de un videojuego donde el jugador maneja una figura que, con diferentes armas, mata enemigos, en este caso extraterrestres. Si fuera así, la pregunta sería obvia: ¿y tanto revuelo —y dinero— solo por eso?

Obviamente Destiny es mucho más. Hace tiempo que ya no se considera a los videojuegos como un simple matar marcianitos. Eso sí, para dar este paso han tenido que llegar a la edad adulta los primeros que fulminaban hombrecitos verdes cuando eran pequeños. Ya no se trata de estar horas pasivamente frente a una pantalla moviendo dos o tres dedos como mucho. El jugador es la última parte —fundamental, porque paga— de una larga cadena en la que participan creativos, ingenieros, diseñadores y músicos. Y no se limita a recibir, sino que también crea y comparte esa experiencia con otros usuarios. Un hecho que ha llevado a que se empiece a considerar el videojuego como una obra cultural.

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Y aquí surge otra pregunta, ¿no estaremos exagerando? Depende. Los millones de personas, jóvenes y no tan jóvenes, que recurren a la última versión lúdica de la tecnología buscan una cosa tan antigua como el ser humano: pasar un buen rato. Lo demás —las cifras, los nombres famosos, el reto tecnológico— son secundarios. Lo importante es el juego. Para los que disfrutan, ninguna exageración.

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