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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tiempo de maduración

De lo dicho por Rajoy y por Mas se deduce que las dos partes no han superado la fase del diálogo, previa a la negociación

Josep Ramoneda

Si alguien confiaba en que el encuentro entre los presidentes Rajoy y Mas cambiaría los pronósticos sobre el intenso otoño político catalán, que pierda toda esperanza. En política el diálogo va unido a la negociación. El diálogo tiene que ver con las ideas y con los diagnósticos, y requiere unos mínimos protocolos de comunicación compartidos y una cierta voluntad de atender y entender los argumentos de la otra parte. La negociación es otra cosa: la negociación se refiere al poder y a los intereses. Lo que se está dirimiendo en Cataluña es una cuestión que afecta directamente al reparto del poder.

Del comunicado del presidente Rajoy y de las declaraciones del presidente Artur Mas se deduce que las dos partes no han superado la fase del diálogo, previa a la negociación: ni siquiera hay acuerdo sobre el diagnóstico del problema. Da la impresión de que el conflicto tiene todavía que madurar para entrar en la vía del pacto. Por tanto, será necesario completar la fase que lleva hasta el 9-N (convocatoria de la consulta, prohibición de la consulta) para que se imponga la necesidad de negociar, porque cualquier otro camino sería peor.

Mas no celebrara un referéndum ilegal que debilitaría al independentismo
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Desde el Gobierno español se sigue creyendo que hay margen para que el contencioso se diluya y se cuenta con que la relación de fuerzas está de su parte; y desde el soberanismo catalán se confía en obtener, de aquí al 9-N, una acumulación de capital político que le dé cierta iniciativa en la negociación. La política es también el arte de encontrar el punto óptimo de maduración de los problemas. Si el conflicto se pudre, las soluciones se complican. En este juego, Rajoy considera que no ha llegado el momento de tener que plantear una alternativa al referéndum. Y Mas defiende su bandera: la consulta. Y afirma que, en la situación en que estamos, ya ni siquiera el pacto fiscal sería una propuesta satisfactoria.

Esta vez no ha habido portazo. No podía haberlo, después de lo que ocurrió en 2012. Que la línea de diálogo quede abierta permitirá fabulaciones voluntaristas. Pero todo induce a pensar que nada se moverá por lo menos hasta el 9-N. Se convocará la consulta, pero no se hará, porque Mas no celebrara un referéndum ilegal que debilitaría al independentismo.

La movilización ciudadana adquirirá mucho protagonismo, en un momento en el que CIU está muy tocada por la caída de Pujol. Oriol Junqueras ganará autoridad en el liderazgo del soberanismo. Y la opción de las elecciones autonómicas anticipadas se le complicará a Artur Mas, porque, aunque Pujol haya pagado su confesión con el hundimiento de su reputación, la factura electoral queda para su partido. Así llegaremos al final de lo que Artur Mas ha llamado la fase actual. ¿Será este el punto de maduración para desbloquear el conflicto o simplemente entraremos en otra fase de desencuentros? Con perdón, cuántas pesadeces nos ahorraríamos con un simple referéndum.

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