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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Enquistamiento

La renuncia de Duran es una mala noticia para los que aprecian su papel constructivo y moderado

Aunque hacía un mes que lo había anunciado, y aunque conserva tanto su liderazgo en el partido democristiano, Unió, como la portavocía de la federación de Convergència i Unió en el Congreso, la renuncia de Josep Antoni Duran Lleida a la secretaría general de CiU —el segundo puesto orgánico del nacionalismo antes moderado— no deja de ser una noticia de peso. Y nada positiva desde la óptica de quienes valoran como algo indispensable el papel constructivo de Duran en esta etapa de radicalización en torno a la cuestión catalana.

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En realidad, lo preocupante no son las explicaciones públicas, más bien anodinas, que ayer ofreció tras formalizar su dimisión, sino el momento en que se produce: en vísperas del encuentro entre los presidentes del Gobierno, Mariano Rajoy, y de la Generalitat, Artur Mas, tras no reunirse durante casi un turbulento año.

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Sobre todo porque la renuncia de ayer viene precedida por su artículo semanal en que Duran denuncia el peligro constituido por el hecho de que “mucha gente no quiere el acuerdo”, en clara referencia no a Esquerra (lo que es una obviedad) sino a sectores clave de las cúpulas del PP y de Convergència. Con razón advierte de que en estas circunstancias, el problema “cada día se enquista más”.

Ojalá este augurio sea desmentido por una actitud inteligente de Rajoy y de Mas, que no supone resolver el asunto en media hora, sino abrir un diálogo estructurado y con calendario suficiente en torno a los asuntos en que es explorable algún acuerdo, dejando para el final el obstáculo principal: la cuestión de la consulta.

Por el momento, la ciudadanía no dispone de muchas pistas indicativas de que las cosas vayan a seguir esa pauta. Más bien de lo contrario, aunque el solo hecho de que los líderes se hablen ya es bueno, como síntoma de civilización y urbanidad. Una pista que abonaría el pesimismo es la propia renuncia de Duran, que sin lograr torcer la peligrosa estrategia de CiU, ha intentado variarla, y sobre todo, ha discrepado de la propuesta secesionista y se ha erigido en encarnación —entre otros— de una tercera vía, terreno de encuentro de la inmensa mayoría discrepante tanto de la ruptura como del impulso centralizador.

Ojalá que su sustituto en la maquinaria de CiU, su fiel discípulo Ramon Espadaler, tenga la capacidad de mantener al menos la distancia que Duran ha exhibido y mantiene sobre la deriva secesionista, harto destructiva para la propia CiU, pues la pone en riesgo de ser engullida por Esquerra. Deberá suplir con firmeza la carencia de la pátina de Duran como consocio de Jordi Pujol en la configuración de la antigua coalición como federación.

Y es que, como reiteró la encuesta publicada el pasado domingo por este periódico, la corriente mayoritaria de los catalanes se adscribe a la sensibilidad autonomista/federal antes que a la independentista. ¿Dejará el centroderecha nacionalista el monopolio de la representación política de esta mayoría sociológica a las formaciones de izquierdas?

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