¿La mano de Dios?
La democracia —y los derechos (y obligaciones) que imparte— no es de origen divino; aunque algunos parecen utilizarla como la “mano de Dios” que ayudó a Maradona a marcar un gol. Y que me perdone Maradona por la cita.
La democracia se inventó contra la aristocracia para favorecer la convivencia y la justicia social. Y siendo de origen humano necesita un proceso racional, unas normas y unas leyes susceptibles, por supuesto, de modificaciones. La democracia es un continuo proceso, con pasos adelante y atrás. La racionalidad del proceso es tanto más importante cuanto que el “voto”, que fija y da esplendor, es una técnica basada en la “fuerza”: si 51 votos ganan a 49 no es porque tengan más razón; es, sencillamente, porque tienen más “fuerza”. Es necesario, pues, pensar bien lo que va a ser objeto de voto.
Resumiendo: los derechos democráticos son el resultado de unas normas. “El derecho a decidir”, en abstracto, no existe. Tiene que concretarse y apoyarse en unas normas o leyes. Lo contrario es una degradación de la democracia.
Les propongo, pues, para antes del referéndum, que en lugar de “derecho a decidir”, digan: “A algunos de nosotros nos apetece hacernos independientes; ¿qué se puede hacer?”. O también: “A algunos de nosotros nos apetece una República; ¿qué se puede hacer?”.
La democracia busca la convivencia y la justicia social. Los políticos no pueden convertirla en “la mano de Dios” para marcar goles.— Ignacio Rodríguez.