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Naomi Campbell quiere perpetuarse como diseñadora

Cumplidos los 44 años, las grandes marcas pugnan por hacerse con las primeras creaciones de la diosa de ébano

Naomi Campbell, en la pasarela.
Naomi Campbell, en la pasarela.catwalking (getty)

Naomi Campbell, la primera modelo negra que consiguiera afianzarse como una de las grandes top del oficio, no va a ser esta vez pionera en su salto desde exhibir la ropa de otros a diseñarla ella misma. Porque una larga nómina de colegas, encabezada por su amiga Kate Moss, o de actrices y de famosas en otros ámbitos le llevan la delantera desde hace tiempo. Aun así, el anuncio de esa belleza británica de carácter indomable sobre el próximo lanzamiento de su propia línea de moda ha conseguido acaparar la atención del mundillo, a la espera de que desvele cuál de las grandes marcas a las que ha servido de percha le respalda en su nueva empresa.

Naomi siempre es noticia, ya sea por sus ahora solo puntuales apariciones en la pasarela, que combina con otros trabajos publicitarios, o por una vida privada jalonada de amores, desamores y, sobre todo, por una retahíla de trifulcas fruto de su conocido mal genio. Y eso vende tanto o más que ese físico espectacular que sigue manteniendo bien en forma a sus 44 años. “No quiero competir con otros diseñadores, pero a veces busco prendas que no están en el mercado, y creo que ese es el lugar que puedo ocupar”, ha declarado la modelo sobre su intención de dedicarse a la otra cara de la industria a la que viene brindando su palmito desde hace cinco lustros. Campbell, presta a subrayar que le “enorgullece” llevar las prendas que diseñan todos sus amigos, para disipar malentendidos, ha confirmado que “varias firmas” le han propuesto una asociación y que está a punto de cerrar el trato con una de ellas, que anunciará en breve.

En el sector se especula que a sus diseños de ropa y complementos para la mujer añadirá una línea de lencería, habida cuenta de los jugosos réditos que esta última gama viene reportando a otra de las supermodelos incombustibles en las dos últimas décadas, Elle McPherson, apodada en su día El Cuerpo. Campbell, cuya fisonomía no le va a la zaga, ha aprendido de la australiana, de la vertiente diseñadora de Kate Moss para la poderosa cadena Topshop o de los pinitos de la alemana Claudia Schiffer en la creación de prendas de cachemira, cómo el peso publicitario de su nombre puede reinventarla en el negocio.

Su aparición, hace dos años, como mentora en un programa de telerrealidad protagonizado por aspirantes a modelos (The Face) devolvió a Campell a primera línea pública después de varios años de discreta singladura —para sus parámetros— junto a su entonces pareja, el multimillonario ruso Vladislav Doronin. El empresario de la construcción acabó plantándola meses atrás y rompiendo un largo compromiso que anunciaba campanas de boda. Pero la modelo ha sabido encajarlo y ya no aparece ahora como aquella mujer irascible por fuera y frágil por dentro que estuvo a punto de hacer una tontería a resultas de su idilio con el bailarín español Joaquín Cortés, ni tan siquiera como la diva que tuvo que cumplir cinco días de servicios comunitarios en Estados Unidos por agredir a una empleada con su teléfono o que fue vetada por una aerolínea británica por su comportamiento incívico.

En un reciente programa de entretenimiento y entrevistas de la BBC, Naomi Campbell aparecía radiante y al tiempo comprometida con la campaña que ha abrazado para denunciar el racismo en las pasarelas. No eludió ninguna pregunta sobre episodios pasados que revelaron lo peor de su carácter, y lo hizo con tanta gracia e incluso humildad que se metió al público en el bolsillo. Se siente revitalizada y, tal y como demuestra su nuevo proyecto en calidad de diseñadora, está dispuesta a exprimir al máximo los jugos de su famosa estampa.

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