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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Inquietante ensayo

La baja participación y el escaso interés de militantes y simpatizantes resta atractivo a las primarias convocadas por el PSC en Barcelona

Soledad Calés

El PSC tuvo la indiscutible valentía de convocar unas elecciones primarias para elegir al candidato a la alcaldía de Barcelona en 2015. El proceso había sido diseñado para que el partido pudiera hacer un reset y reconectar con una ciudadanía exigente y bastante descreída. Pero el resultado ha deparado más inquietudes que alegrías.

Para conseguir el efecto deseado se adoptó el modelo de primarias de los socialistas franceses: elecciones abiertas, sin censo previo cerrado y a doble vuelta. Cualquiera podía apuntarse para votar hasta el último minuto. El único resquisito era firmar una carta de adhesión a los principios y pagar un euro. Los candidatos, por su parte, debían presentar 150 avales de militantes y al menos 1.500 de personas ajenas al partido, lo que planteaba una notable movilización.

Los cinco candidatos que reunieron los avales necesarios han dado la batalla procurando no dañar al partido; lo han conseguido en gran parte, pero al precio de restar interés al debate.

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La primera vuelta ha deparado, sin embargo, la sorpresa; y no porque el candidato que apoyaba la dirección quedara descabalgado, sino por la exigua participación.

El considerado como candidato oficial, Jaume Collboni, tuvo el mejor resultado (2.539 votos), pero el recuento no dejó buen sabor de boca. Entre militantes, simpatizantes censados y ciudadanos apuntados podían votar 21.000 personas, pero solo lo hicieron 7.463, lejos de las más de 11.000 que habían avalado a alguno de los candidatos. Y de los que participaron, 5.204 eran ajenos al partido. Del censo de militantes apenas votaron 1.462 personas, y del de simpatizantes 797. Entre ambos sumaron 2.259 votos, cuando en las primarias de 2011 entre Jordi Hereu y Montserrat Tura fueron 4.153.

La votación ofreció otra inquietante imagen: la de líderes de la comunidad paquistaní —supuestamente movilizados por afines a Collboni— dando sobres, con papeleta y euro incluido, a compatriotas de Ciutat Vella que no sabían ni qué se votaba.

Lejos de lo que se pretendía, los datos indican la grave erosión que sufre el partido que durante 32 años seguidos dirigió Barcelona. Ahora sus rivales califican de fiasco las primarias del PSC, aunque los que más las critican, PP y CiU, siguen designando sus candidatos a dedo.

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