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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A la gloria por el talento

Hollywood se rinde al trabajo de Alfonso Cuarón, que triunfa en la meca del cine junto a otros mexicanos

SOLEDAD CALÉS

¿Son Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu mexicanos? Obviamente. ¿Son sus películas parte del cine mexicano? Alto ahí. El trío de amigos —entre ellos se han producido y ayudado en diversas películas— ha entrado en la industria de Hollywood por la puerta de atrás, cada uno siguiendo su propio camino, huyendo de nacionalidades y patrioterismos. Con ellos han viajado un puñado de técnicos sobresalientes en montaje o sonido, de directores de fotografía como Guillermo Navarro, Rodrigo Prieto o Emmanuel Lubezki, de guionistas como Guillermo Arriaga. Todos se sienten mexicanos, pero ninguno ha convertido en caballo de batalla su mexicanidad.

El cine actual no conoce de nacionalidades. Tanto en los productos estadounidenses como en los europeos. El domingo, delante de la prensa, y con sus dos oscars en la mano, Cuarón apostilló sobre su película y la alegría que había en su país natal por los premios: “Me alegra su apoyo, pero deberían dárselo a otros filmes rodados en México, sobre temas mexicanos y con talento mexicano”. Lupita Nyong’o respondió a otro periodista sobre su estatuilla: “El oscar es mío”.

Todo lo anterior se contradice con una verdad que recorre los festivales y las galas anuales de galardones cinematográficos: México, Argentina y Brasil son tres cinematografías en auge que conviene atender de forma continuada. En el caso de México su salida natural, por obvia proximidad geográfica, es Estados Unidos. Nunca han dado el salto a lo grande, sino que se han colado con sus historias, sus maneras diferentes de hacer cine, su visión descarnada de las historias y del día a día.

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La amistad también importa, mucho más que otras componendas. La leyenda asegura que Iñárritu estaba desesperado con el montaje de Amores perros, y que Guillermo del Toro le resolvió el problema, encerrándose un fin de semana en la sala de edición con una nevera llena de alimentos. Salió de esas 48 horas con la película tal y como la conocemos... y el frigorífico vacío.

En el mundo del cine solo importan dos cosas: el talento y el dinero. A veces se conjugan ambos factores y nacen obras como Gravity. Pero en el camino hay muchos sudores y sufrimientos, nada de pasaportes.

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