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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Un país llamado Mogambo

Mientras en unos programas esperaban por la mayoría de edad de la hija de la reina de la copla, Isabel Pantoja, en otros se murmuraba de Froilán, el nieto del Rey

Boris Izaguirre
Chabelita Pantoja y su novio, Alberto Isla, el pasado mes de marzo.
Chabelita Pantoja y su novio, Alberto Isla, el pasado mes de marzo.JUAN ALONSO (CORDON)

Hay una inquietante sensación de que todo vuelve. Aznar y González regresan presentando sus libros de opiniones y memorias. Al mismo tiempo, la basura crece y avanza en las aceras de Madrid como si fuera una versión real y cutre de la Guerra de los zombis. Donde quiera que vayas en la capital, tanto si acudes a oír a los expresidentes como al lanzamiento de la revista ICON o a la presentación de los perfumes de Alaska y Mario, tienes que sortear bolsas rotas y desperdicios desparramados. Curiosamente, la molesta basura todavía no huele mucho, aún es reciente, pero su presencia a causa de una huelga indefinida empieza a transformar la ciudad en una estampa de cielos muy azules iluminando la porquería que rueda sobre el asfalto mientras el Ayuntamiento se lava las manos.

Si en la presentación de ICON se hizo una perfumada selección de invitados con futuro, el grupo Planeta prefirió mostrar su amplio abrazo al poder actual en la celebración de los 15 años del periódico La Razón. Donde no solo reunió a expresidentes, sino que consiguió el saludo de dos princesas: Letizia Ortiz y Belén Esteban. Belén, encantada de ser saludada por la esposa del heredero; Letizia, enseñando mucha melena como herencia. La infrecuente imagen alborotó las retinas al ver reunidas las dos caras del concepto “princesa del pueblo”. Las dos vienen del pueblo, viven de él y manejan similar nivel de popularidad y polémica. Una ha conseguido llegar a la jefatura del Estado por matrimonio, y la otra, alcanzar su condición de fenómeno mediático sabiendo estar en el sitio y el momento adecuados. Son representantes camaleónicas de la generación nacida a principios de los años setenta, saben vestir low cost con profesionalidad y aliarse con la ciencia para redefinir sus rostros y sus vidas sin miramientos.

No se sabe cuál de las dos podría resultar más icónica, porque lo que hace a un icono ICON en mayúsculas nadie lo sabe definir. Estos conceptos, heredados del siglo pasado: glamour, chic, carisma, siguen teniendo orígenes y características difusos, y seguramente resida en ese intangible la clave de su fascinación popular.

Quien ya apunta en esa icónica dirección, precozmente para algunos, es Froilán Marichalar, como prefiere llamarse prescindiendo de su otro apellido: Borbón. Es una decisión que rezuma valentía y prudencia. Mientras en unos programas de televisión esperaban por la mayoría de edad de la hija de la reina de la copla, Isabel Pantoja, en otros se murmuraba del nieto mayor del Rey. Al parecer, Froilán es habitual de las sesiones de matiné para adolescentes en Joy, la mítica discoteca madrileña. Pudiera tratarse de un joven emprendedor y miembro de la familia real con un trabajo auténtico y sin enchufes en el sector privado. Froilán, supuestamente, vendería en esas tardes máscaras de Guy Fawkes, el conspirador del siglo XVI que el grupo de activistas Anonymous emplea como su señal iconográfica. ¡Es maravilloso! El chaval es alguien con iniciativa, alguien que no se disfraza de normalidad. El quinto en la línea de sucesión a jefe del Estado se ganaría un dinerito a la vez que conseguiría una burla a los antisistema.

Que tiemble en su trono Kiko Rivera: en cualquier momento Froilán Marichalar le arrebata el título de dj oficial de las juventudes del Reino.

El cierre de Canal Nou coincide con el regreso de Mar Flores y sus escándalos de finales del siglo pasado. Esos y otros follones de la prensa rosa eran muy seguidos por Tómbola, uno de los programas de mayor éxito del canal valenciano. Pocos quieren recordarlo, restándole su importancia icónica, de ser el mejor documento de cómo éramos cuando el dinero público podía sostener el cotilleo, una de las tradiciones de nuestra cultura. Nos encanta, nos define. Y cuando éramos ricos nos divertía consumirlo y gastarnos lo que hiciera falta. Una de las razones que intentan explicar el actual revival de los escándalos de Mar Flores hace 15 años es que las imágenes enseñan una España opulenta al mismo tiempo que cañí. Ahora es solo cañí. Realmente da gusto ver cómo en los noventa Mar Flores y Sofía Mazagatos conseguían encandilar a iconos masculinos de poder: futbolistas, empresarios, políticos, para volverse ellas mismas símbolos de la prosperidad perdida. En aquella época estuvieron muy de moda los comunicados, que regresan ahora con la firma de Isabel Pantoja para confirmar el embarazo de su hija. En Telecinco terminarán por recontratarla, porque claramente es el gran icono proveedor de contenidos con una familia que no para de crecer.

Sería un buen motivo para el regreso de Tómbola. Conservo un recuerdo especial de Canal Nou, durante la promoción de una de mis novelas en la que los personajes sobrevuelan escenarios vinculados al caso Gürtel. Me maquillaron en una sala desierta y “prefirieron” grabar mi entrevista para luego sentarme en una mesa dedicada al corazón en directo donde luego se emitiría la entrevista grabada y revisada. Tan enrevesada situación me recordó lo que la censura franquista hizo con Mogambo: para evitar que existiera adulterio entre Grace Kelly y Clark Gable, los convirtió en hermanos. Al igual que Froilán, deberíamos modificar el nombre de nuestro país, dejar España atrás y pasar a llamarnos Mogambo.

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