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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Liberalismo del pleistoceno

Estimula el desmantelamiento de servicios públicos para que sus restos sean aprovechados como negocio

SOLEDAD CALÉS

Existen (al menos) dos tipos de pensamiento liberal. El primero responde a la repetición fatigosa de tópicos (“la libertad es lo más sagrado”, “el Estado es enemigo de la libertad”, “el dinero debe estar en los bolsillos de los contribuyentes”), manifiesta intolerancia al Estado de bienestar y su receta universal o ungüento amarillo contra todo mal económico, sea cual sea, es la austeridad y la rebaja de impuestos. Atrae a los políticos de derechas por su simplicidad y genera una engolada perversión: quien practica los recortes públicos y la supresión de derechos se considera “un político de ideas”. Esa fue la expresión más gastada en los funerales de Margaret Thatcher. El segundo tipo de liberalismo, desarrollado por ensayistas políticos como Rawls o Gray, entiende que no hay recetas sociopolíticas universales, que algunos problemas económicos tienen más de una solución y que otros no tienen ninguna. Como puede apreciarse, el segundo liberalismo renuncia al doctrinarismo y carece de aplicación práctica; el primero, el del pleistoceno, estimula el desmantelamiento de servicios públicos para que sus restos sean aprovechados como negocio (caso Lamela).

Adivinanza sencilla: cuando Esperanza Aguirre, ocupante de varios púlpitos desde que dejó la presidencia de Madrid, reclama al presidente del Gobierno más recortes, rebajar los impuestos y reducir la Administración, ¿qué tipo de liberalismo defiende, el primero o el segundo? Cuando inauguraba decorados de hospitales financiados con dinero público que o no se abrieron jamás o se cerraron ipso facto, ¿era liberal o intervencionista? Cuando después de la soflama de los recortes, lanzada contra Mariano Rajoy, retrocede verbalmente y asegura que “Rajoy no se equivoca nunca”, ¿es una rectificación o una falta de respeto a la lógica?

Esperanza Aguirre gobernó la Comunidad de Madrid y no consta, más allá de amortizar alguna dirección general, que ejecutara una drástica reducción administrativa. Y ¿qué decir de la ocupación contumaz de áreas de poder en Cajamadrid, por ejemplo? Ni se dice lo que se hace ni se hace lo que se dice. Liberalismo de salón, se llama esa figura.

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