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Columna
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Hay que alegrarse

Con el asalto al avión de Swiss Air regresan por la puerta grande los ladrones de cine. Lo de Bárcenas, Nóos y Gürtel solo te lleva a pensar en 'bichejos' que no garantizan una buena película.

Boris Izaguirre
Loles León posa a su llegada a la gala de los premios Goya el pasado fin de semana.
Loles León posa a su llegada a la gala de los premios Goya el pasado fin de semana. Claudio Álvarez

Debemos alegrarnos, por un momento, de que sigan existiendo esos ladrones profesionales, temerarios y brillantes, que creíamos habían sido eliminados por los sinvergüenzas de ahora, esos que trituran como termitas dinero público frente a aquellos que roban dinero privado a lo grande. Con el asalto al avión de Swiss Air llevándose sin violencia, ni negación de lo evidente, un botín de más de 50 millones de dólares en oro y diamantes, volvemos a presenciar un gran robo: sin mediocridad, con testosterona. Regresan por la puerta grande los ladrones de cine.

Un robo como este de Bruselas te hace pensar en hombres. Lo de Bárcenas, Nóos y Gürtel te lleva a pensar en bichejos: ahora hago una factura de menos de 3.000, ahora regalo una Range Rover y no digo nada a mi esposa. ¡En fin! como una carrera sin riesgos ni adrenalina.

Esa caspa no garantiza que de esta ola de escándalos salga una buena película. En estos días de Premios Goya —por cierto, la única actriz vestida de sí misma en la gala fue Loles León—, muchos lectores han manifestado que desean que se haga una buena película sobre esta era de corrupción y se abandone de una vez la revisión de la Guerra Civil. El problema es que una película sobre la corrupción tendrá el mismo glamour que una sobre la posguerra: ninguno.

Porque nuestra corrupción no tiene el gran gesto, el certero golpe del aeropuerto de Bruselas. Es una corrupción mierdica, de peineta en el aire y en el pelo. Ocultada y negada.

No es fácil que esa película sobre la corrupción se realice, quizá Torrente podría. Porque es difícil establecer empatía con protagonistas como los que vemos en las portadas de los periódicos.

Hay que reconocer que en eso el Instituto Nóos ha marcado la diferencia, porque ha contribuido a nuestro aprendizaje sobre lo presunto y lo pijo. ¡Cómo es el tono del duque cuando se dirige a la princesa Corinna! Ese mail que empieza con “Dear Corinna, imagino estarás más ocupada que nunca: la temporada de caza estos días es una verdadera locura”, en un lenguaje hipercortés y con ese puntito de urbanidad coqueta, que es, ¡por favor!, un documento que deberían enseñar a escribir y pronunciar en todas las academias de inglés de España.

Por un lado, nos enteramos de que las temporadas de caza son una locura, no de la mente, sino de las agendas. Pareciera que cuando vas a una cacería, automáticamente tienes que salir disparado a otra y otra en una especie de carrusel social, divertido y violento al mismo tiempo.

Y por el otro, hay esa cadencia de Las amistades peligrosas en esta acolchada relación. Dos personas que han adquirido títulos por vía matrimonial. Y que saben cómo tratar a una princesa, cómo informar y también cómo apartarse cuando es necesario.

Si el público reclama películas sobre este fin de etapa, y de reinado, deberíamos proponer que en nuestras teles se emita un reality sobre la encantadora princesa Corinna. O al menos dejarle que sustituya, un rato, a Nieves Álvarez en TVE. Y así enseñarnos todo, cómo manejarse, cómo estar felizmente entre nosotros casi diez años sin que Método 3 o Telecinco lo supieran. O lo dijeran. Enseñarnos a escribir en ese inglés hidratado y mullido cuando se ofrece a conseguir hasta 250.000 euros de sueldo en la Fundación Laureus para el duque. ¿Quién dijo que no hay buena voluntad entre los ricos?

Luego, lamentablemente, el puesto en la Fundación Laureus no se dio, pero ese nuevo wikileaks que es el jugoso intercambio de correos de Diego Torres, conservado para la posteridad, deja claro al menos dos cosas: la fuerte atracción entre deporte de élite y poder. Y que hay que controlar mejor el e-mail y el teléfono.

La banda de Anonymous hackeó los móviles de algunos asistentes a la gala de los Goya imitando vilmente el golpe de efecto que consagró a Pipi Estrada como el cincuentón más pizpireto, cuando “dejó” que le robaran el teléfono y subieran a una red su contenido lleno de números personales de famosos y fotos de todo tipo.

Desde ese incidente, el auge de Pipi Estrada es viral. Comenzó como comentarista deportivo de los medios conservadores, pero su verdadera gesta fue la creación del Terelu, una revisión de la erótica lambada junto a su exnovia que se convirtió en ritmo nacional en plena burbuja inmobiliaria.

Ahora Pipi suma su repipi crisis de los 50 al desasosiego general. Y desde luego no es el único con problemas de móvil: más de un tertuliano asevera que la raíz del conflicto entre Rocío Carrasco y Antonio David Flores por la custodia de su hija se debe al uso que la adolescente hace de su teléfono. Mensajes, imágenes, los peligros nuevos del Whatsapp juvenil podrían haber enfrentado a madre, hija y padre. Otro efecto de la correspondencia electrónica: las custodias saltan por los aires.

Esta semana, ¡Hola!, profesional y tierna, ha querido ofrecer esa maravillosa estampa, casi pintada, de su ex-Santidad paseando junto al atractivo monseñor Georg en Castelgandolfo, antes de su retiro al monasterio de las hermanas contemplativas. Ay, señor, ¡si uno pudiera volver a nacer, pediría ser hermana contemplativa! Y obtener así esa habilidad de saber estar donde hay que estar: en el jardín vaticano o con los ladrones profesionales de diamantes. O aprendiendo inglés con Corinna.

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