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PREMIOS GOYA

Bayona: “Sigo cuestionándome siempre”

‘Lo imposible’ es ya la película más taquillera de la historia del cine en España. Su creador, Juan Antonio Bayona, reciente ganador del Goya a la mejor dirección, se enfrenta ahora a un nuevo reto: el salto a Hollywood.

Borja Hermoso
J. A. Bayona lleva ‘bomber’ de nailon azul con cuello de punto de Sandro.
J. A. Bayona lleva ‘bomber’ de nailon azul con cuello de punto de Sandro.Omar Ayyashi

De acuerdo, hablemos de las 14 candidaturas a los Premios Goya, de las buenas críticas y de su ascenso al trono de la película española más vista en cines en todos los tiempos, pero hablemos también de por qué Lo imposible, segundo largometraje dirigido por Juan Antonio Bayona (Barcelona, 1975), no ha tenido chance de correr otra carrera, esta de larga distancia, la carrera de los Oscar. La cuestión, referida a alguien que en el medio plazo está llamado a encontrar un lugar bajo el sol del reducido establishment del cine mundial, tiene su interés.

En apariencia se diría que la industria y el público están ante: a) una producción de alto presupuesto (30 millones; de acuerdo, nada que ver con una superproducción de Hollywood, tampoco desde luego con una producción/tipo española); b) una película con estrellas planetarias incluidas (Naomi Watts y Ewan McGregor lo son sin asomo de duda); c) una historia impactante de base real –y catastrófica– plagada de ingredientes relacionados con la emotividad: la historia real de la española María Belón y de su familia, víctimas y supervivientes del tsunami que azotó y devastó zonas de Indonesia, Tailandia, Malasia, India y Sri Lanka en la Navidad de 2004.

De manera que la industria y el público, y eventualmente la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, estaban ante un puro producto Oscar. ¿Entonces? ¿Qué ha faltado, o fallado, para que Lo imposible no vaya a pisar alfombra roja más allá de una candidatura al Oscar a la mejor actriz, al que opta Naomi Watts? Ah, el interesado tiene su propia teoría al respecto: “Nos lo veíamos venir. Cuando tú estás allí te enfrentas a campañas de promoción gigantes. Sales a la calle y te encuentras pósteres gigantes de Los miserables, de Lincoln… y notas que tu película no está en la calle. Y evidentemente yo no soy ni Michael Haneke, ni Kathryn Bigelow, ni Steven Spielberg. Y allí, o vas de la mano de alguien como Harvey Weinstein, que es una apisonadora con 50 personas trabajando todo el día para que tu película esté nominada, o…”.

–Claro, y luego está el factor de que…

Bayona viste camisa negra de Acne para Santa Eulalia, corbata de H&M y pantalón de esmoquin de Dior Homme.
Bayona viste camisa negra de Acne para Santa Eulalia, corbata de H&M y pantalón de esmoquin de Dior Homme.Omar Ayyashi

–Bueno, perdona, y que esta historia, así, de antemano, daba un poquito de pereza…

–¿Cómo?

Si Spielberg dice que tu película le ha encantado, quédate con la anécdota”

–Sí, pues que una película inspirada en la historia real de un tsunami da como pereza, ¿no?, puede sonar un poco a telefilme de sobremesa. Por ejemplo, a Naomi Watts, cuando se lo propusimos, le dio mucha pereza. Luego leyó el guion y vio que allí había algo más que un telefilme.

–¿Le dijo ella que le daba pereza?

–Claro, y Ewan McGregor lo mismo. Bueno, pues esa sensación que tuvieron Ewan y Naomi la puede tener el público también. De hecho, mucha gente ha ido a ver la película y se ha sorprendido, y ha dicho: “¡Uy, no me esperaba esto!”.

Con su segunda película después de que El orfanato ya lo señalara en 2007 –bajo la égida de Guillermo del Toro– como un repentino y semidesconocido superdotado en la construcción de atmósferas truculentas, Juan Antonio Bayona, J en el mundillo, ha cosechado el mayor éxito de taquilla en la historia del cine español tras superar a Los otros, de Alejandro Amenábar. Salvando las distancias, un caso se parece al otro: joven director con una sorprendente ópera prima detrás, producción lujosa, estrellas de Hollywood…

Esta gente, en Tailandia se dio cuenta de que la vida no valía nada”

Así que, por culpa del éxito, Bayona encara ya de forma irremediable un nuevo segmento en su carrera: el del viaje a Hollywood, lo que probablemente ocurrirá si se confirma ese proyecto de película de ciencia-ficción con guion de Eric Roth y producción de la todopoderosa Warner que, asegura el marketing, y por decir que no quede, estará a medio camino entre 2001, una odisea del espacio y La guerra de las galaxias. Glup. ¿Qué hacer llegados a este punto? “No perder el norte”, asegura nuestro hombre, “seguir cuestionándome constantemente, que es la única forma de mejorar… ¿Que Spielberg te dice que tu película le ha encantado? Pues eso, que está muy bien, pero quédate con la anécdota, no con el contenido; yo soy consciente de que todo el aparataje mediático en torno a una película es muy efímero”. Ya está. Ya lo ha dejado caer: a Spielberg le encantó Lo imposible. Palabra de Bayona.

Esa hipotética carrera suya en el imperio vendría avalada por sus dos éxitos cinematográficos contrastados, especialmente el segundo. También por lo que el realizador mexicano Guillermo del Toro denomina “el concepto del cineasta-máquina”. Del Toro conoce bien a Bayona. No solo alentó la presentación en sociedad de aquel descarado cineasta de 31 años –El orfanato–, sino que le ha seguido y le sigue la pista con especial interés: “Bayona es el cineasta nato, el cineasta máquina, alguien que piensa en cine todo el tiempo y uno de los poquísimos directores que me he encontrado con un lenguaje absolutamente natural e instintivo… pero además presenta una mezcla muy interesante para un director de cine: el cruce de caminos entre la mirada europea, elegante y sensible en la puesta en escena, y la norteamericana, tan proclive al público, tan cercana al espectáculo”, explica desde Los Ángeles Guillermo del Toro, alguien que ya dio hace tiempo el salto a Hollywood gracias a películas como Blade II o Hellboy, y quien augura a Bayona “una brillante carrera internacional”.

En la imagen, Bayona lleva camisa de esmoquin de Sandro, pajarita de seda de Bel y pantalón de esmoquin de Dior Homme.
En la imagen, Bayona lleva camisa de esmoquin de Sandro, pajarita de seda de Bel y pantalón de esmoquin de Dior Homme.Omar Ayyashi

Con él coincide Belén Rueda, otra de las personas que saben bien quién es Juan Antonio Bayona, no en vano protagonizó su primera película, El orfanato. La actriz ve en él a “un cineasta a tiempo completo, porque el cine es su vida, hasta el punto de que es capaz de llamarte a las tres de la mañana para decirte que quiere cambiar tal o cual cosa, como hacía conmigo en El orfanato; se entrega tanto que si de repente le cuentas algo de tu vida personal, es capaz de utilizarlo y mezclarlo con tu personaje sin previo aviso”. Belén Rueda ve claros paralelismos entre lo que le ocurrió como cineasta a Alejandro Amenábar y lo que le está pasando a Bayona: “Se parecen, los dos tienen un talento natural increíble, a ninguno de los dos le dio miedo el reto de hacer una segunda película que no tenía nada que ver con la primera, y los dos le dedican a esto del cine 24 horas si es preciso, o sea, que sus éxitos no vienen solo del talento, sino de un trabajo previo enorme”.

Pero el padre de la criatura quiere hablar sobre todo de ella, de la criatura parida y no de embarazos y partos futuros. Sentado de lado en el sofá viejo de uno de esos lofts industriales y luminosos que ahora inundan las revistas de decoración, en Barcelona, con el jet-lag de un viaje a Los Ángeles aún incrustado en el cuerpo, pero locuaz como si llevara incorporado un juego de pilas Duracell, el nuevo niño dorado del cine español, salido del vientre de la Escuela Superior de Cine y Audiovisual de Cataluña (ESCAC) junto a otros nombres bien interesantes como Mar Coll o Roser Aguilar, habla y habla de una experiencia que le cambió como cineasta, que le cambió como persona. “Todo en Lo imposible fue muy fuerte”, asegura Juan Antonio Bayona, “me vi en situaciones en las que las relaciones personales eran muy intensas, con los actores, con el equipo… situaciones extrañas, por ejemplo, venir Naomi ­Watts a preguntarme qué tal había quedado la toma, y echarme instantáneamente a llorar en sus brazos, yo mismo me recordaba a Emma Thompson en Sentido y sensibilidad”.

En la tierra de nadie que suele situarse donde acaba lo cartesiano y empieza lo emocional encontró el director su territorio de pruebas para Lo imposible. A partir de ahí, el pálpito pudo a la matemática. Él lo explica así: “Me impactó una frase que leí de Kubrick en una exposición que hay sobre él en Los Ángeles: decía que para él, el cine empezaba siempre por una emoción, por una idea vaga, y a partir de ahí encontraba el tema, y de ahí salía la estética de la película. Me impactó esa frase porque, en realidad, no puedes imaginar un cineasta más racional y más intelectual que Kubrick… pero es que en Lo imposible fue justo eso: partimos de una idea que nos emocionaba muchísimo, sin saber de dónde venía esa emoción tan pura, la emoción es instintiva, y el instinto conecta con tu ser más profundo, y si conecta con tu ser más profundo, es universal”.

Y hablando de emociones, ¿cómo sacar al espectador de este mundo durante dos horas y llevarlo al límite?: “El objetivo es llevar al espectador a un estado en el que se sienta vapuleado, porque es justo eso lo que les pasó a los protagonistas de esta historia, que la vida los vapuleó, les cambió todo, los metió en un avión vacío de vuelta a casa sin explicación. Siempre tuve presente el concepto que Hitchcock tenía del cine, en el cual el espectador va al cine a sufrir siempre, con la condición de que no va a morir”.

Para Bayona, Lo imposible es ante todo “una película que habla de la condición humana del ser occidental”. Y recuerda cómo en Estados Unidos, “donde el tema del racismo está siempre sobre la mesa, no como aquí, que nos pilla mucho más de lejos”, hubo alguna que otra crítica porque la película no hablaba en primera persona de las víctimas tailandesas.

“Cuando en realidad, para mí, lo que narra Lo imposible es el final de un mundo, de nuestro mundo, ese mundo en el que pensamos que la vida es segura, que somos inmortales, que las cosas materiales nos van a prolongar la satisfacción para siempre… pero esta gente allí se dio cuenta de que la vida no valía nada”.

Las insalvables diferencias que sobre la idea de la muerte separan desde un punto de vista intelectual, pero también desde un punto de vista práctico, a Oriente y Occidente, la influencia budista, la idea de la reencarnación, sobrevolaron la génesis y la elaboración de esta película. Así lo recuerda hoy Juan Antonio Bayona: “Ufff, en Tailandia era mucho cante hablar con la gente que de alguna forma había sufrido el tsunami porque su idea de la muerte no es la nuestra precisamente. Yo estuve con una mujer que me empezó a hablar de la muerte de su padre. Entonces empezó a enseñarme fotos del padre para explicarme cómo era: había fotos del día de su boda, de fiestas familiares, de niños… y la última era el cadáver descompuesto del padre, tres meses después del tsunami, el día que encontraron el cuerpo”.

–La primera vez que viajó allí para la película, ¿hasta qué punto tuvo que envainársela en cuestión de supresión de prejuicios?

–La idea que tenía de lo que había ocurrido estaba muy influenciada por las pe­lículas de catástrofes. Y luego llegué allí y se me rompieron muchos esquemas, vi la realidad, y era, claro, mucho más interesante.

En la vida del Bayona cineasta quedará Lo imposible, entre otras cosas, como la película más vista de la historia del cine español hasta la fecha, quedarán las historias de Tailandia, los actores, el rodaje, el estreno, los premios, la consagración con una segunda película, saber que Spielberg pidió una copia de la película… y en la vida de J quedará el haber conocido a María Belón. Su personalidad y su enfoque de las cosas, su forma de ver la vida después de lidiar con la muerte, hacen que esta mujer, el personaje real en el que se basa el papel de Naomi Watts, haya quedado para siempre en su corazón. “Es extraordinaria. Tiene una capacidad de llegar a la verdad de las cosas y definirla de una manera tan sencilla y tan profunda que me apabullaba. Y tenerla cerca allí, en el rodaje. Fue esencial porque me hacía ver errores en los que yo estaba cayendo. También fue un consuelo, porque en los momentos duros era ella la que me consolaba a mí. Es extraordinaria. Sospecho que ya debía de serlo antes de que le pasara lo que le pasó”.

Los distintos miedos de El orfanato y Lo imposible, películas con materiales previos situados en las antípodas, pero unidos por el cordón umbilical… eso, del miedo. “Pues sí, eran materiales muy distintos, pero cuando hice El orfanato también intenté, supongo que de forma más instintiva, incorporar anécdotas de mi vida, de mi relación con mi madre, por ejemplo, aquella frase de ‘Mamá, ¿me puedo despertar?’ estaba sacada de cuando yo tenía cuatro o cinco años y me quería levantar de la cama. Y en ese sentido me hace mucha gracia cuando me preguntan: ‘¿Qué género tendrá tu siguiente película?’. Pues nunca pienso en géneros, solo en cómo incorporarle verdad a la historia, independientemente de que sea fantástica o realista”.

¿Un miedo suplementario, la caótica situación del cine español? Casi arrasado como industria, con decenas de proyectos encallados de antemano por falta de financiación, con la subida del IVA cultural decretada por el Gobierno y con una caída progresiva de asistencia a las salas y de la cuota de mercado (salvo, justamente, en 2012 gracias a la irrupción brutal de Lo imposible), el sector sufre y casi ve amenazada su supervivencia. “Lo peor es el tejido industrial”, opina Bayona, “porque, en lo que respecta a los directores, hacer cine es una necesidad y lo vamos a seguir haciendo con 30 millones de presupuesto o con 30.000 euros, y si no lo hacemos con cien personas en el equipo lo haremos con dos… el problema son las 98 que se quedan sin trabajar. Hay mucha gente que no vive de la alfombra roja ni de las entrevistas, vive del cine. Y nos lo estamos cargando”.

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Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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