Revolución ética
La edad y la historia me han enseñado que los cambios impuestos por la fuerza de las armas siempre conllevan la muerte de miles o millones de personas, la implantación de dictaduras y, para colmo, los objetivos alcanzados, si es que hay alguno, son incompletos y desaparecen.
Solo las revoluciones que se realizan como consecuencia de un cambio ético de la sociedad son duraderas y aceptables, aunque inevitablemente lentas. Soy consciente de que quienes manejan nuestra sociedad no van a permitir que esa revolución se desarrolle sin oponer una feroz resistencia. Y tampoco olvido nuestra condición humana, para así no volver a caer en ingenuas predicciones basadas en la supuesta bondad de nuestra naturaleza. Es imprescindible pues “echarle una mano” a la ética y un primer paso sería conseguir que lo que “está mal” sea además ilegal. No son admisibles y por tanto deberían ser ilegales: las indemnizaciones millonarias recibidas por los gestores de bancos que han llevado a la ruina, no solo a sus empresas sino al país entero, los desahucios de viviendas por impago de los préstamos, sin que a la par desaparezca la deuda contraída, ni las deslocalizaciones de empresas que con el único pretexto de ganar más dinero abocan a miles de familias a la desesperación y la miseria, ni las amnistías fiscales, ni…— Nicolás Abancéns Tejero.
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