Alzheimer
El Alzheimer mata en vida, pues como dijese Gabriel G. Márquez “la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido”. He visto como mi padre se ha ido perdiendo en una nube de amnesia, entre lagunas y dudas. El Alzheimer llega sin avisar, no le importa quién seas ni tu edad. Truncó mi adolescencia, cambió mi vida para siempre y convirtió a mi padre en un ser aletargado y triste. Sin embargo, a través del dolor aprendí a querer más a esa persona que, aun cuando no me reconoce, sabe, en el fondo de su corazón, que soy alguien que le quiere. Cuando no me recuerda, yo le hago ver quién soy y cuando no puede reconocerse, yo le digo quién es.
Pero, para la Administración somos números de registro y gastos, su solución: darnos puerta. Desgraciadamente, el Alzheimer se va a convertir en la primera pandemia del mundo desarrollado y caerá como una losa sobre todos los estratos sociales, y esos que ahora nos relegan y nos dejan sin recursos se verán en la misma situación que nosotros y entonces se preguntarán aquello de: ¿qué hubiese pasado si...? Esa pregunta les torturará y será un cargo para su conciencia, pues uno solo entiende lo arrolladora que esta enfermedad cuando la sufre y, lamentablemente, muchos la sufrirán en algún familiar, ya que las previsiones así lo indican. Mientras la realidad se hace palpable para los políticos, seguiré, con 22 años, cuidando de mi padre, abandonada por los gobiernos, pero nunca sola, pues siempre me quedará refugiarme en los míos. Porque “la vida es muy peligrosa, no por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.— Carme Barbera Agost.
