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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De la cima a la sima

El descenso de James Cameron a la fosa de las Marianas debería marcar un nuevo comienzo en la exploración de los abismos

MARCOS BALFAGÓN

Paradójicamente, el ser humano sabe hoy más de la Luna que de las profundidades marinas. La más honda de estas simas es la fosa de las Marianas, que se sitúa a casi 11.000 metros bajo el nivel del mar. A este punto, el más profundo del océano, ha querido llegar no ya un profesional de estas zonas misteriosas, sino el director de cine más taquillero, James Cameron, inventor de un mundo como el de Avatar, pero que ya se adentró en la ficción en los abismos marítimos en su película Abyss, y en la superficie con Titanic.

Ha logrado batir un récord, pues ha sido el primero en descender solo a esta fosa en el Pacífico, al oeste de la isla de Guam. Lo habían logrado en 1960 dos personas que bajaron juntas, el teniente de la Marina de EE UU Don Walsh, ahora consultor en la NASA, y el explorador suizo Jacques Piccard, ya fallecido, en las condiciones entonces sumamente precarias de su batiscafo Trieste. Cameron ha contado con la mejor tecnología para su submarino Deepsea Challenge —de siete metros de longitud, impulsado por un sistema de torpedo vertical—, cuyo interior recuerda la estrechez de las primeras cápsulas espaciales. Ni siquiera ha podido contar con un contacto oral con la superficie, sino que ha tenido que comunicarse por mensajes de texto.

Cameron no ha relatado qué ha visto ni qué ha grabado. De esta expedición, preparada durante años y copatrocinada por National Geographic, saldrá una película, naturalmente en 3-D, y varios documentales. Y quién sabe si inspiración para la segunda parte de Avatar, de la que lo único que ha adelantado es que se desarrollará en los océanos de Pandora.

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La hazaña de Cameron y su continuación nos permitirá descubrir el tipo de vida que se halla a 11 kilómetros bajo el mar, bajo una inmensa presión. Puede resultar de utilidad no solo para saber más de nuestro planeta y cómo cuidarlo, sino también para el estudio de otros cuerpos celestes en cuya agua pueda haber vida.

La de Cameron en el Deepsea Challenge no debería ser una mera aventura comercial, sino un nuevo comienzo para la exploración de los abismos del océano de los que seguramente también depende nuestra vida en superficie.

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