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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rumbo de colisión

La tasa CO2 a los aviones y el bloqueo polaco amenazan la política medioambiental de la UE

La política medioambiental de la Unión Europea está contra las cuerdas. Tradicional adalid de la lucha contra el cambio climático, el club europeo se ha topado con resistencias internas de momento insoslayables y con una guerra comercial que ya está amenazando a su más exitoso proyecto industrial que es Airbus. El pasado 1 de enero entró en vigor la tasa CO2, que los aviones que despeguen o aterricen en suelo europeo deben pagar como derechos de emisión. Tal exigencia ha soliviantado no solo a las aerolíneas —tanto europeas como no comunitarias—, sino también a los Gobiernos. Pekín ha prohibido a sus compañías que satisfagan tal impuesto y ha dejado en suspenso el pedido a Airbus de 45 aeronaves por valor de 12.000 millones de dólares.

Esta grave guerra comercial llega en un momento delicado para las finanzas del continente, lo que puede funcionar como palanca ideal para lograr el apoyo de los líderes políticos, duramente presionados por el sector aeronáutico para renunciar a la nueva tasa. La industria alega que su pago socava su competitividad (en caso de elevar el precio de los pasajes) y deteriora su también difícil situación financiera. Esta, sin embargo, no afecta a todas las compañías por igual. Lufthansa ha anunciado unas pérdidas el año pasado de 13 millones de euros frente los beneficios de 1.130 millones en 2010, pero IAG (Iberia-British Airways) elevó sus beneficios hasta los 555 millones en 2011. El pago de la tasa le supondría a Iberia, según cálculos propios, una pequeña parte: unos 20 millones al año.

En este contexto se ha producido el bloqueo por parte de Polonia de los planes de la UE de suscribir un nuevo acuerdo ambiental: la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero —de entre los cuales el CO2 es el más importante— en un 80% en 2050 con respecto a 1990. Varsovia sostiene que su electricidad procede en más de un 90% del carbón, lo que ilustra cabalmente las dificultades de adaptarse a esa economía verde que ofrece evidentes beneficios a largo plazo, pero exige sacrificios en el corto. Son dificultades doblemente preocupantes tras los fracasos de las últimas cumbres mundiales de cambio climático por cuanto se producen en el seno de la UE, el único bloque internacional dispuesto a pelear por un nuevo acuerdo que sustituya al de Kioto, ya caducado, para intentar luchar contra el calentamiento global.

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