_
_
_
_
_

Tenacidad en medio de la desgracia

Los brigadistas se sobrepusieron en Fornelos a la pérdida de sus compañeros y trabajaron contrarreloj a oscuras para reducir el incendio de madrugada

No es inhabitual que el 10 de agosto, por San Lorenzo, arda Fornelos de Montes, que anda estos días de celebración por sus fiestas patronales. El calor reseco de los veranos del interior de la provincia de Pontevedra invita a las llamas, que periódicamente invaden los montes, arrasando matorral y eucaliptos.

Por eso las brigadas antiincendios suelen estar acostumbradas a trabajar en la zona, pero a la tensión natural de las cuadrillas se le sumaba en la madrugada de ayer otro factor: la rabia por la muerte de dos compañeros a los que el viento traicionó, tal como acostumbra cuando sopla por rachas y cambia caprichosamente de dirección. "No sé nada, nos han llamado hace un rato para dar el relevo, sí hemos oído que ha cogido a dos compañeros", comentaba un operario sudoroso a la altura de San Vicente de Oitavén, una de las parroquias de Fornelos.

Más información
Un golpe de viento provocó la tragedia
El incendio en León continúa activo tras quemar más de 1.300 hectáreas

Tampoco ayuda a afrontar la tarea con empeño saber que el fuego fue intencionado, tal como confirmó ayer la Xunta. El incendiario o incendiarios prendieron el incendio junto a un antiguo vertedero a la altura de Rial, no muy lejos del núcleo de Fornelos, pasadas las diez de la noche, y una hora después ya estaban las cuadrillas sobre el terreno. Julio Martínez da Silva, tomiñés de 27 años, y Rodrigo Amo González, de 35 y natural de Nigrán, fueron de los primeros en llegar y, según los indicios, se vieron rodeados por el humo y las llamas al adentrarse en una pista ciega, sin salida.

Las llamas se extendieron por la noche con rapidez. Un policía autonómico comentaba preocupado que temía que cruzasen Fornelos y entrasen en Mondariz.

El trabajo en los cortes de la carretera local era intenso. Bomberos y brigadistas trataban de evitar que las llamas saltasen el cortafuegos de la pista asfaltada y avanzasen ladera abajo. Algunos vecinos se reunían en las curvas para observar el desempeño de los apagafuegos. A pesar de su esfuerzo continuado, no faltaba el paisano protestón. "No están apagando nada", se quejaba uno.

Fornelos es un municipio poco poblado, con apenas 2.000 habitantes censados repartidos entre las parroquias. La Guardia Civil trató de convencer a los vecinos de las áreas más próximas al siniestro de que dejasen sus casas por precaución. Poco caso les hicieron. En A Arrotea, pasadas las tres de la mañana, Carlos, su mujer y su hija pequeña contemplaban entre la somnolencia y la preocupación la evolución de la línea de las llamas, que atravesaba longitudinalmente un buen trecho de monte. "La casa no se deja así como así", explicaba el hombre.

A pocos metros de su vivienda, una pista de tierra llevaba monte arriba hasta un pequeño rellano, resguardado del humo y las cenizas. Allí llevaban ya un buen rato montando guardia los conselleiros de Presidencia y Medio Rural, Alfonso Rueda y Samuel Juárez, reunidos en corro junto a un todoterreno con el delegado de la Xunta en Pontevedra, José Manuel Cores Tourís, y el director general de Montes, Tomás Fernández-Couto. Todos con semblante circunspecto, preocupados, hablando casi entre susurros.

Un responsable de los equipos de extinción bajó al rato para comentar a los políticos el estado de la operación. Todo apuntaba, según relató, a un acto criminal, y las horas que quedaban de oscuridad serían cruciales para domar las llamas antes de que el amanecer y el aumento de la temperatura las reavivasen. El alcalde, Serafín Martínez (PSOE), que también estuvo por la zona hasta bien entrada la madrugada, comentaba al día siguiente que ya en las jornadas previas se habían detectado focos en los mismos puntos que ayer.

Tras hablar con los políticos, el responsable de las brigadas se excusó y volvió a la tarea, mientras en el claro ya estaba el coche fúnebre. "Sacadme el logotipo", pidió el enterrador a una camarógrafa, antes de que un grupo de brigadistas regresasen de las llamas con los restos de sus compañeros, trasladados por el vehículo funerario al Hospital Nicolás Peña de Vigo para hacerles la autopsia. Políticos y periodistas se fueron a continuación, pero el trabajo de control continuaba. Se acercaban las cinco de la mañana. Siete horas después, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, daba el incendio por controlado.

Los que conocían bien a Rodrigo lo recuerdan como un gran deportista, amante de la música y sobretodo, dicen, un buen chaval. No había consuelo hoy en el Tanatorio de Vigo para los familiares y amigos de Rodrigo Amo. Tenía 35 años y contaba con una licenciatura en Filosofía  con la que todavía no había encontrado trabajo estable. Así, todos los veranos participaba en las cuadrillas de extinción de incendios de la Xunta. Lo hacía para sacar algo de dinero pero también porque el trabajo le apasionaba. El presidente de la Xunta se ha acercado al tanatorio para acompañar a los padres. A las 12 y media se ha celebrado una misa y después se ha incinerado el cuerpo de Rodrigo. El compañero de su última misión, Julio, era también un experto brigadista de 27 años. Sus vecinos de la localidad de Tomiño relataban cómo su madre conoció la noticia. Su cuerpo descansa ahora en el tanatorio vigués. Esta tarde recibirá sepultura en la parroquia de Sárdoma, de donde es natural su padre.Vídeo: AGENCIA ATLAS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_